Dos cántabros viajan a Gambia para llevar ropa y comida a niños huérfanos

Su objetivo era adoptar un niño en Gambia pero fue Jirong, uno de los poblados más pobres del país africano, quien la acogió a ella, bautizándola como Nyima Jammeh.
La cántabra Patricia Abascal, funcionaria de 30 años, cambia de nuevo de continente. Esta vez viaja acompañada por el cabo de la Policía Local de Santander, Fernando Villoslada. Ayer despegó su avión desde Barajas con cuatro maletas repletas de camisas y zapatillas deportivas -donadas por el Ayuntamiento de Santander-, alimentos, medicinas, semillas para cultivar, una caña de pescar, pinturas, puzzles, una equipación de fútbol de diez jugadores y un portero cedido por el Real Racing Club y dinero recaudado entre amigos y familiares, «unos 400 euros», cuenta Abascal.
Ya no piensan en hoteles de cinco estrellas. Nada de confort y todo incluido. Villoslada apunta que «es lo que queremos hacer ahora. Igual el día de mañana no».
El pasado octubre su necesidad de ayudar a los más indefensos les llevó hasta la India. El cabo es diplomado en magisterio y licenciado en psicopedagogía y quiso conocer de cerca la educación que se imparte en los slums. «Soy socio de la ONG ‘Sonrisas de Bombay’ y me llamaba la atención ver cómo funciona la educación en las escuelas que la organización ha construido en los suburbios de algunas zonas del país asiático».
Villoslada, al igual que Abascal, también pertenece a la ONG africana  Astgo, creada por el gambiano Kalilu Jammeh a raíz del éxodo que emprendió hace años al querer abandonar el país ante la falta de recursos. Así creó la organización no gubernamental, ‘Save the Gambian Orphans’, que trabaja cada día para dar un futuro y una educación a los más pequeños, «para que no tengan que subirse a una patera y arriesgar su vida cruzando el Atlántico», explica Villoslada.
Jirong, un poblado invisible
«Uno de los niños de Jirong cuando me vio por primera vez echó a correr asustado donde su madre. Nunca había visto una persona blanca. ¡Creía que era el demonio! Pero con el tiempo fui ganando confianza y terminó por no separarse de mí», explica Patricia. Su anecdotario está repleto de historias. Unas dulces y otras amargas. «Los pequeños no son conscientes de la falta de alimentos, educación, medios… Sin embargo, en Gambia cuanto más adulto eres, más pena tienes. Saben que su futuro no es muy próspero y que mañana les puede picar el mosquito de la malaria y morir». Precisamente erradicar el paludismo es otro de los objetivos de la Fundación ‘Save the Gambian Orphans’.
«No tienen luz, tampoco agua. Se mueren por no tener un euro y medio que es lo que cuesta la vacuna contra la malaria», explica con impotencia Villoslada.
En su viaje por Gambia harán parada en tres lugares en los que la organización está trabajando. El primero de ellos, Serekunda. «Allí compraremos colmenas para llevar a Jirong porque hay muchas abejas y pueden sacar rentabilidad y tener algo de autonomía».
La segunda parada será en Alkali Kunda. Astgo creó un colegio y «iremos para pagar a los profesores  que trabajan para la organización».
La tercera y última parada la harán en Jirong para Abascal reencontrarse con su ‘familia’ africana y Villoslada hacer nuevos amigos. «Tenemos planeado sembrar las semillas que llevamos y enseñarles a cultivar bien la tierra».
Ambos coinciden en que sus vidas han cambiado. «Ahora valoramos las cosas sencillas de la vida como dar un paseo por la playa».
Fuente: El Diario Montañés
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