«Adopción: el largo viaje tras la llegada» por Jesús Palacios

Cuando los procedimientos que llevan a la adopción han terminado, se oye a veces a los adoptantes decir que por fin todo ha terminado. En realidad, por largo que haya sido el camino hasta el encuentro, el viaje más largo es el que empieza después de la llegada. Y eso es así tanto para quienes adoptan, como para quienes son adoptados, como para los profesionales que se mueven a su alrededor.

Desde el punto de vista de la intervención profesional, lo primero que seguramente debe decirse es que la variedad de situaciones y circunstancias que se encuentran en las familias adoptivas es, como mínimo, semejante a la que se da entre las no adoptivas. Una “niña adoptada típica” es tan poco real como una “niña no adoptada típica”. Características individuales, experiencias pre y postnatales antes de la adopción, el grado y tipo de adversidad, la duración y la calidad de las experiencias en instituciones… son algunos de los factores que determinan la enorme diversidad a que nos referimos. Y las experiencias tras la adopción no van a hacer sino incrementar las razones de esa diversidad, ya que serán cualquier cosa menos uniformes.

De particular importancia para la intervención profesional son las primeras etapas tras la llegada. En esa fase, las cuatro preguntas  fundamentales que los profesionales que intervienen han de hacerse tienen que ver con la recuperación tras la adversidad previa (progresos en el desarrollo físico y psicológico), la adaptación mutua (por ejemplo, en relación con el reajuste de expectativas en los adoptantes y, según la edad, en los adoptados), la posible aparición de problemas y la forma en que se actúan ante ellos (problemas de conducta, académicos, de relación con hermanos o con otros niños…) y, finalmente, el establecimiento de la vinculación afectiva adoptantes-adoptado. Se menciona este aspecto en último lugar sólo para poder insistir en su singular importancia, siendo una condición sine qua non para que el largo viaje que queda por delante pueda transcurrir de forma satisfactoria.

Pueden fallar otras cosas (expectativas mal ajustadas, estrategias educativas no siempre adecuadas…) y la adopción seguir adelante con éxito. Pero sin una buena y sana vinculación afectiva, el largo viaje juntos queda amenazado en su fundamento más esencial.

Lo anterior implica pautar cuidadosamente los seguimientos después de la adopción, que no pueden ser un ejercicio rutinario de superficial cambio de impresiones y que deben ser particularmente atentos allí donde se dan circunstancias que alerten sobre la presencia de problemas y dificultades. Y que han de servir no sólo para valorar cómo van las cosas, sino también para aportar elementos de ayuda que permitan mejorarlas.

En relación con los apoyos post-adopción, cabe hacer una reflexión sobre su forma y otra sobre sus contenidos. En relación con lo primero, mientras que la preparación para la adopción suele tomar la forma de actividades en grupo, los apoyos post-adopción suelen brindarse de forma individual, sin duda por influencia del modelo clínico de intervención más frecuente. Y ello a pesar de que muchos de los asuntos que se analizan en esas sesiones individuales tienden a ser los mismos de unas familias a otras y están lejos de ser problemas clínicos. El futuro deberá traernos no sólo una mayor presencia de apoyos postadopción, sino también una mayor variedad de formatos, entre los que habrá que aprovechar las muchas posibilidades que ofrece el trabajo en grupo, así como sus evidentes ventajas de todo tipo.

Respecto a los contenidos del apoyo postadopción, tres áreas parecen particularmente relevantes. Lo que la mayor parte de las familias que recurren a estos servicios necesitan es un asesoramiento que les ayude a entender mejor determinados comportamientos de sus hijos o hijas, así como a hacer frente de manera más eficaz a las distintas situaciones que la adopción puede traer consigo. En segundo lugar, está toda la temática relacionada con la comunicación sobre adopción y, eventualmente, con la búsqueda de los orígenes, donde el trabajo de mediación es fundamental. En tercer lugar, algunas familias –sin duda, una minoría comparadas con lo anterior– necesitarán ayuda terapéutica, sea para adoptantes, sea para adoptados, sea –más frecuentemente– para el sistema familiar en su conjunto. Cuando esta necesidad se plantea, los temas de apego suelen tener un protagonismo especial.

Tanto si los profesionales que con ellas trabajan están en servicios generales o especializados, la ayuda que las familias adoptivas necesitan sólo puede prestarse adecuadamente conociendo sus peculiaridades, así como las necesidades y los rasgos específicos que presentan.

Fuente: Boletín Documental sobre Servicios Sociales e Intervención Social. Gizarte.doc

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