El dolor de las madres biológicas

birth mothers

Reflexiones sobre las madres biológicas extraídas del blog «Post adopción. La aventura continúa»

He conocido hasta la fecha 94 madres biológicas. Salvo dos, ninguna de las otras 92 pasa un día en que no se acuerden de esos hijos que dieron en adopción porque no podían quedárselos. No tuvieron realmente opciones y, cuando no hay opciones, no hay libertad ni hay justicia. ¿Cuántas madres habrá en la misma situación? La mayoría de esas madres no saben ni cómo están sus hijos. Algunas familias adoptivas envían información pero, una vez pasado el tiempo… si te he visto, no me acuerdo. Y a esas madres se les niega algo que necesitan: el derecho a saber que sus hijos están bien.

Ellas hablan de un dolor que no saben explicar, un vacío que no se llena con nada. Muchas se consideran monstruos por hacer lo que hicieron (cuando en realidad son simples víctimas de una sociedad que las criminaliza y las ignora). Algunas intentan suicidarse, otras se dan a la bebida… Nadie jamás les dijo que esa decisión de dar a sus hijos a una “mejor” vida será la fuente de su dolor, de su desdicha, de su vacío. Ni que sus hijos también sufrirán las consecuencias de esa decisión.

Nosotros celebramos lo que ellas lloran en silencio. En ocasiones es un secreto que las corroe por dentro y las lleva al borde de la locura. Y no pueden pedir ayuda, porque no la hay. Están solas, dolidas, rotas. En los países de origen de nuestros hijos no hay grupos de postadopcion para las madres, no son miembros de foros donde comparten sus “experiencias”, no tienen acceso a literatura sobre adopción, no hacen quedadas donde se ayudan y se hacen fotos que luego cuelgan en sus foros. Ellas no tienen motivo de celebración, nadie les manda tropecientos mensajes de enhorabuena por lo que han hecho, no llevan camisetas con algún motivo “solidario”… Ni siquiera pueden quejarse, ni explicar lo que les pasa cuando llegan las crisis. Porque ellas también sufren crisis, al igual que nuestros hijos. Pero nadie las lleva al psicólogo. Tienen sus días buenos, sus días malos, y sus días muy malos. Pero no tienen siquiera una mano que las ayude a verbalizar lo que las esta matando emocionalmente. La sociedad espera que continúen con su vida. Sin embargo, no pueden y no saben por qué. Son las incomprendidas de la triada, las ignoradas.

¿Por qué los padres adoptivos contribuimos a esta situación con nuestro silencio? ¿Cuándo vamos a dejar de tener miedo de hablar de la otra madre de nuestros hijos? Sin secretos, con normalidad, sin utilizar lo de madre biológica, madre natural, madre de barriga… Puros eufemismos, porque son madres, tan madres como nosotras. De hecho, ellas con su renuncia son las que nos han hecho madres a nosotras.

No puedo soportar que se utilicen sus circunstancias para justificar nuestros procesos de adopción, que se niegue la importancia que tienen no solo en la vida de nuestros hijos sino en la nuestra propia. Sentarnos enfrente de ellas y asegurarles que jamás consentiremos que desaparezcan de nuestras vidas, ni de las nuestros hijos. Reconocer que nuestra dicha, nuestro gozo, es su eterno dolor, su inmenso vacío.

Y nosotros como adoptantes, ¿cuándo vamos a dejar de tener miedo y a exigir que no las borren de nuestras vidas? Ellas solamente quieren saber que sus hijos están bien, que los volverán a ver. Quieren poder explicarles algún día el porqué de la renuncia, que las entiendan. No buscan culpables, no culpan a los padres adoptivos de su dolor, no culpan a los hijos de su dolor. Es simplemente eso: su dolor, su vacío. Algo con lo que tienen que vivir el resto de sus vidas.

Por: Maite Cortés

Fuente: blog «Postadopción. La aventura continúa»

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