Reflexiones sobre Adopción: «No debe ser premio consuelo»

Por Gabriela Vaz

Existen muchos prejuicios sobre el tema adopción. Algunos más fundados, otros menos. Es verdad que muchas veces, la mayoría, tomar esa decisión implica un conflicto. Desde los progenitores, desde los padres y el resto de la familia adoptiva, desde el entorno más amplio, desde el niño; miedos, frustraciones, ideas preconcebidas, dudas. «Generalmente, en las consultas por adopciones se ven patologías muy serias. Y uno se pregunta, ¿la adopción genera una patología? No. Uno no puede decir: `Fulanito es raro porque es adoptado`. Ese es un fantasma que circula», dice la psicóloga Graciela Montano, quien lleva más de una década trabajando e investigando sobre el tema.

De hecho, un trabajo suyo titulado Desafíos para el establecimiento seguro en las familias adoptivas -premiado por la Fundación Orienta de Saint Boi de Llobregat, en Barcelona (España)- fue presentado esta semana como actividad preparatoria del congreso de psicología que se llevará a cabo el año próximo y que incluirá, como uno de sus ejes temáticos, los nuevos ordenamientos familiares.

Cerca de completar la primera década del siglo XXI, la expresión «familia tipo» es cada vez más anacrónica. Hoy los grupos se arman de las formas más diversas: monoparentales, ensambladas, de parejas homosexuales. Tanto han cambiado los estereotipos, que Montano cuenta que hace poco un niño la sorprendió en la consulta preguntándole: «¿Por qué mis padres no están divorciados?». En su clase, la mayoría eran hijos de padres separados, por lo que el pequeño se sentía «diferente».

Ante tal miscelánea, la adopción va convirtiéndose tan sólo en una forma más de construir familia, aunque todavía es apresurado decir que el tema se ha «naturalizado». La psicóloga reconoce que muchas veces el vínculo con un hijo adoptivo no aparece como tan «legítimo o saludable» como lo puede ser con un hijo biológico, pero que eso depende meramente de cómo la familia adoptiva maneje la situación, cómo ha vivido el proceso previo y los motivos por los cuales ha decidido adoptar. Todo ello puede influir mucho en el desarrollo del niño. «Cada vez más se está insistiendo en la importancia de los vínculos primerísimos que hay con las madres y con los institutos maternos. Ahí se construye el psiquismo».

VERDADES. Cuando una pareja de adoptantes pide asistencia psicológica, en general es por trastornos de comportamiento del niño, que miente, roba, tiene dificultades de aprendizaje, trastornos de sueño, o serios problemas de conducta. Pero además de trabajar con el pequeño, el terapeuta debe atender los conflictos internos de los padres, que pueden ser parte de la causa de los trastornos del niño.

En su trabajo, Montano sugiere que la pareja debe analizar el conflicto en torno a su infertilidad antes de tomar la decisión de adoptar, para que luego el hijo adoptado no se transforme en un «premio consuelo». Si eso pasa, «el niño como sujeto de derecho desaparece», explica la terapeuta, al tiempo que completa: «Está para calmar la ansiedad y la angustia por la infertilidad y no es considerado como un ser humano con sus derechos a una familia, a su identidad, a conocer su origen y a desarrollarse en esa realidad».

Justamente, la otra gran preocupación de los adoptantes es contar o no al niño sobre su origen. En Uruguay, la mayoría de las adopciones se da por fuera del marco institucional y, es en esos casos, cuando los padres son más reacios a develar la verdad. «Ahí es donde se ven las mayores dificultades. No les dicen la verdad porque creen que los chicos querrán irse con sus padres biológicos, o por miedo a que no los quieran. Pero hay otra causa: lo doloroso que es aceptar la propia infertilidad».

Si a esto se agrega un marco de adopción irregular, con matrimonios que incluso registran a niños adoptados como hijos biológicos, es de esperar -señala la terapeuta- que más adelante aparezca una dificultad por parte de los padres «en la puesta de límites claros y coherentes a sus hijos y en conductas transgresoras en los hijos».

FANTASMAS. ¿Cuál es la fórmula más saludable de manejar una adopción? En primer lugar, dice Montano, tiene que haber una preparación de los adoptantes para aceptar que el hijo adoptivo será diferente a uno biológico. Cuando alguien piensa en tener descendencia, en general construye una imagen idealizada de ese niño, una imagen que luego, frente a la realidad, se derrumba, se reacomoda. «Quienes no han podido engendrar se quedan pegados a ese ideal de hijo que nunca tuvieron y que tiene que ver con lo narcisista de uno. La infertilidad es un golpe al amor propio y los padres deben elaborar ese duelo».

Mucho incidirá la relación que los padres adoptivos mantuvieron a su vez con sus propios progenitores. No es raro que, inconscientemente, los culpen por su infertilidad. También importa cómo sobrellevaron el fracaso por tratamientos de fertilidad, si han podido diferenciar el deseo de embarazo del de maternidad y si logran pensarse con una identidad de adoptivos.

El niño, en tanto, también queda aferrado a la imagen ideal que elaboró de sus padres biológicos, añade Montano. Ese apego suele surgir en discusiones, cuando amenazan con frases del tipo: «Me voy a ir con mi otra madre». Pero a la vez tiene otro fantasma: el del abandono (ver recuadro).

La familia entera, incluidos tíos, abuelos, primos y demás parentela, son otros protagonistas fundamentales para llevar adelante una adopción sana. «Todos deben estar de acuerdo y hacer a ese niño un pariente más. No puede quedar sólo en ser quien nos calmará la ansiedad y la necesidad de ser padres. Un hijo es un ser que nos trasciende y nos va a representar», termina la psicóloga. Ese es su derecho.

Abandono del niño y de la madre

«La palabra abandono es una de las que, quienes trabajamos en adopción, más nos cuestionamos. Desde el niño, está eso de preguntarse: `¿qué no quisieron de mí?`, una angustia por la idea de que soy muy malo y por eso mi madre me dejó. Pero si lo tomamos desde el lado de esa madre, también vemos que muchas sufrieron el quedarse solas», explica la psicóloga Graciela Montano.

Para la especialista en temas de adopción, las mujeres que entregan a sus hijos son también víctimas del abandono. «Fueron dejadas por el hombre que las fecundó, y sin apoyo familiar para quedarse con ese hijo. Muchas quieren asegurarse que ese niño sea dado a una familia lo antes posible y a veces hasta cambian de decisión si saben que el bebé quedará institucionalizado», explica.

En su trabajo, la terapeuta señala también que en ocasiones, durante el embarazo, las mujeres que deciden dar a su hijo en adopción de alguna manera inhiben el contacto con el pequeño que está en su vientre. Así, la gestación transcurre «silenciosamente». Las madres no advierten los movimientos del feto, ni tampoco las señales previas al trabajo de parto, apunta la psicóloga Montano.

Fuente: El País. Uruguay

 

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest