Adoptar es hacer un N.I.D.O (no solo con lo que tenemos sino también con lo que nos falta) y dar A.L.A.S. para volar

Una interesante reflexión sobre la adopción de Ernesto Maruri Álber, Psicólogo clínico y Psicoanalista de Pamplona, Navarra.

1.- N.I.D.O.
Todo padre, biológico o adoptivo, tiene el cometido de conferir un lugar de seguridad, cuidado y protección a sus hijos, más al principio, menos a medida que crece. Es como hacer un nido.

N.I.D.O.:
Niños con
Inicio en la
Derrota y en la
Orfandad.

Tales son las circunstancias del origen que pone a un niño en los brazos de la adopción: por “derrota” o por muerte (o desaparición) de los padres biológicos.

N.I.D.O. también significa:
Niños con
Inicio en la
Dádiva
Original.

¿Cuál es la dádiva original, del origen, es decir, el don de sus padres biológicos? La vida. El deseo de que ese niño viva (aunque hay excepciones).

Estos orígenes son tomados por los padres adoptivos para incluir al niño en el nido donde crecerá.

2.- NIDO QUE LOS PADRES HACEN, NO SÓLO CON LO QUE TIENEN, SINO TAMBIÉN CON LO QUE LES FALTA

La faceta más fácil (aunque no siempre) del amor es dar al otro parte de lo que uno tiene. Pero en el corazón del amor reside la “falta” y cómo hacemos con ella en relación con el otro.

Dice Lacan, psicoanalista que retomó y revisó a Freud, que “amar es dar lo que no se tiene”: dar lo que me falta, mejor dicho, dar mi falta a otro que me da su falta.

El deseo de tener un hijo nace de una falta. Sin falta, no hay deseo.

Todo ser humano está en falta: una falta estructural, constitucional, inherente. Somos incompletos, imperfectos, con limitaciones y carencias. Somos en falta. No podemos colmar ni ser colmados por completo: esta pretensión lleva al sufrimiento, a la patología: pretender que el otro me satisfaga del todo o yo satisfacer al otro del todo. Nadie me puede completar; a nadie puedo completar. Hace síntoma que un padre o una madre lo pretendan con su hijo, o su hijo con ellos.

El problema aparece cuando, consciente o inconscientemente, para una madre o un padre su hijo es TODO, y cuando un hijo desea ser TODO para el padre o la madre.

Al principio de la vida, para un bebé sus padres lo son todo, pero enseguida ha de ir soltando esta concepción. Y el padre y la madre, a su vez, han de ir colocando deseos por fuera del hijo.

Los hijos son de los padres, pero no les pertenecen.

Un hijo no está para que sus padres se enorgullezcan de él.

3.- Y DAR A.L.A.S. PARA VOLAR

Permitir al hijo (tanto biológico como adoptivo, claro) un crecimiento paulatino, apoyándole hasta que deje el nido y vuele por su cuenta. El nido quedará vacío: habrá un duelo que transitar.

A.L.A.S.:
A de Amor
L de Libertad
A de Autoridad
S de Separatividad

Son cuatro puntales para el crecimiento del hijo. Los problemas surgen cuando se desvirtúan y cuando se llevan a los extremos (tanto por defecto como por exceso).

Exceso de amor:
-Completarse con el hijo, exclusivizarlo, no tener casi ningún deseo por fuera de él, tomarlo como todo.

Defecto de amor:
-Desfallece el deseo puesto en el hijo.
-Desatención.
-Tomar al hijo como nada. No importa ni interesa. Se le hace caso omiso, como si no existiera.
-Instalarse en el odio y el desprecio.

Exceso de libertad:
-Que haga lo que le dé la gana.
-Tomarlo por mayor y más responsable de lo que es. Exigirle demasiado pronto que pueda hacer y decidir por sí mismo asuntos demasiado grandes para él.

Defecto de libertad:
-Sobreprotegerlo, que significa anularlo. Decidir por él lo que ya es capaz de decidir por sí mismo. No dejarle vivir (según edad y personalidad) las consecuencias de sus actos.
-Aprisionarlo por los miedos paternos.

Exceso de autoridad:
-Despotismo, dictadura parental.
-Rigidez con las normas.
-No se dialoga ni se negocia.
-Someterlo a una obediencia ciega.
-No validar los deseos legítimos del hijo.
-Pensar que un buen hijo ha de satisfacerme sometiéndose.

Defecto de autoridad:
-Déficit o ausencia de normas o límites, falta de claridad.
-Incoherencia entre los límites del padre y los de la madre.
-El hijo no dispone del “poste” de los padres con el que rebelarse.
-Padres que no se autorizan a ejercer la autoridad. El hijo toma la posición de poder.
-El hijo no aprende a limitar su “goce”.
-Padres que no se someten a la ley.

Una autoridad adecuada:
-Normas y límites flexibles y proporcionados a la edad y personalidad del hijo.
-Los padres también se someten a la ley.
-Una actitud y unas conductas de los padres que traduzcan esta posición: “Puedes desear cualquier cosa, pero yo estoy aquí para prohibirte algunas. Así aprenderás a poner límites a tu goce y entrarás en el mundo de la ley del deseo en lugar de mantenerte en el imperativo del goce”.

Separatividad:
-De la unión pegajosa a la separación unitiva.
-Permitir y apoyar las separaciones progresivas que corresponden a las etapas de crecimiento, ganando autonomía.
-Atravesar los duelos.
-No quedarse fijado en la añoranza de una determinada edad del hijo: abrirse al deseo de que crezca y sacar jugo a cada etapa.
-La vida, desde el nacimiento, es una sucesión de pérdidas y separaciones, que sólo si las permitimos y recorremos, dan lugar a ganancias y nuevos vínculos. Resistirse a perder, nos cierra a la ganancia. No querer separarse puede llevar a conflictos e, incluso, a rupturas.
-En toda relación de amor, está inscrito que no será para siempre. Aprovechemos mientras.

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