La otra cara de la adopción

Los momentos más tristes de mi vida los tengo siempre que llego a un centro de rehabilitación para niños y adolescentes y encuentro a alguno o alguna de ellas llorando en soledad sus dolores físicos o del alma. Son pequeños seres humanos que en su cumpleaños solo piden un abrazo, no más que un abrazo. Son seres con un perfil similar todos ellos: han sido abandonados, o maltratados, o violados en su entorno familiar o fueron reclutados a la fuerza por grupos violentos; su situación de calle los llevó al consumo de sustancias adictivas y a asumir conductas antisociales. Son hombres y mujeres destinados, muchos de ellos desde su nacimiento, a terminar su vida en una celda, sin amor, sin abrazos, sin libertad.

Los veo llorar -como a aquel que hallé en una huerta la semana pasada, en un centro de recuperación, revolcándose de rabia y tristeza entre las zanahorias y los rábanos: «Porque algunos de mis compañeritos me dicen Manuela y yo soy Manuel y me pegan»-. Y me pregunto: ¿por qué no están niños como este en un hogar donde se conviertan en hijos amados, deseados y protegidos? ¿Por qué estos niños no han sido adoptados?

La respuesta está en la sociedad, en los mitos de la maternidad (madre no es la que te tuvo en el vientre y padre no es el que aportó el semen; padres son los que han sabido serlo), en la tramitología absurda para la adopción, que demora años a los niños en hogares de paso hasta que llegan a una edad cuando ya es demasiado tarde y el daño ya está hecho…

La respuesta está en una justicia atemorizada y confundida por programas como los que realizó recientemente en televisión el periodista Manuel Teodoro en su programa ‘Séptimo Día’, que hacen creer a la gente que la adopción es negocio, que los jueces proceden de mala fe, que los niños son arrebatados a sus madres porque son pobres. ¡No; eso no es cierto! Puede haber y ha habido seguramente casos de errores y de engaños. Pero la verdadera cara de la adopción, la que yo conozco, es un milagro de amor y felicidad mutua para padre e hijos.

El mes de las madres es una ocasión propicia para decir, sin temor, que cuando se adopta un niño, se está haciendo que sus derechos prevalezcan por encima de todo y de todos, aun de sus padres biológicos, como ordena el Código de la Infancia y la Adolescencia. Los 2.500 niños que se adoptan cada año en Colombia debían multiplicarse hasta llegar a todos aquellos que hoy están en hogares amigos del ICBF -cerca de 10.000-. ¿Por qué estos niños están ‘represados’ en el dolor, rotando cada seis meses de casa en casa? ¿Por qué el gobierno y el ICBF no declaran en emergencia la niñez vulnerada y agilizan los miles de trámites enredados para adopciones legalmente hechas? ¿Por qué ocurren casos como el que denunció Pilar Gómez, directora de la Casita de Nicolás, de Medellín, en una argumentada carta de rechazo a los programas de ‘Séptimo Día’, según el cual un niño de 9 años, que vivía hacía 3 meses con sus padres adoptantes extranjeros, fue devuelto, por orden del Juez Noveno, a su madre biológica expendedora y drogadicta, abandonante?

Para mí, el problema número uno de Colombia y de los países pobres es el nacimiento de miles de niños no deseados. La solución no está, como equivocadamente creen muchos, en que simplemente nazcan y luego sean adoptados.  Está claro que la mayoría no llegan a un hogar adoptante y pasan su niñez y adolescencia con toda clase de carencias, en un centro de rehabilitación del ICBF o en la calle. La mejor solución es evitar que lleguen al mundo seres no deseados, con estrategias contundentes para prevención de embarazos en todas las edades, suministro obligatorio de anticonceptivos por parte de las EPS, interrupción voluntaria del embarazo en los casos que permite la ley como es la violación y, por supuesto, el incesto. Y para los niños ya nacidos, pero que sufren la vulneración de sus derechos, es necesario que la adopción sea un camino expedito y oportuno, con el aporte de un ICBF renovado y de las casas privadas de adopción, que prestan un servicio invaluable a la sociedad y a los padres adoptantes.

Por último, una pregunta que he hecho muchas veces a las Cajas de Compensación, sin respuesta: ¿cuándo van a revisar el subsidio familiar, limosna detrás de la cual nacen cada vez mas niños de padres irresponsables que dejan luego a sus madres solas con esta muletilla: ¡ahí le queda el subsidio familiar para que viva! Buena reflexión, en el mes de las madres.

Por Sonia Gómez Gómez

Fuente: El Tiempo.com

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