Rose Mary, la historia de una niña que le ganó al abandono

rose maryTenía un mes de vida cuando llegó a un centro del Sename (Servicio Nacional de Menores, Chile). Pronto esta joven cumplirá 18 años, tiene trabajo y quiere seguir estudiando. «Jamás seré del montón», asegura.

Rose Mary mira el tatuaje que le cubre buena parte de su antebrazo izquierdo y hace una mueca indescifrable. Su mirada profunda no hace diferencias entre resignación o esperanza. Está serena. “Es un árbol, me lo hizo un amigo. Es para tapar las cicatrices que tengo”, dice, sin ocultar la vergüenza que le provoca. “Me hice estos cortes hace años, en una etapa de rebeldía, pero ya pasó. Quería llamar la atención, pero una vez fue en serio para terminar con mi vida, menos mal que no me resultó”, relata levantando la vista y bajando la manga de un delantal blanco que le queda algo grande.

Apenas tenía un mes de vida cuando Rose Mary llegó a un hogar del Sename. En abril cumplirá 18 años y sólo ha dormido fuera de los centros de acogida cuando -en su etapa rebelde- se fugó en un par de ocasiones. Su corta pero intensa vida no conoce de afecto familiar. Sólo el cariño por parte de “las tías” del Sename y de alguna compañera de habitación en los numerosos hogares por los que ha pasado.

“Tengo a mis dos papás y cinco hermanos. Un tiempo tuve cierto contacto con mi mamá, pero ya no. Ellos viven separados. No me interesa ni me afecta, porque nunca hubo algún lazo”, dice sin titubear.

Su vocabulario es amplio. Lejano a la manera en que se expresa la mayoría de los chicos de estos centros. Incluso distinto al de cualquier otro adolescente.

“Como me crié en hogares, no conozco a otros familiares. Me encariñé con las tías de acá, me apoyan. Ellas son mi familia”, asegura. Pero la soledad es su marca más profunda. “He estado en muchos centros, algunos ya no existen. Nunca tuve amigas porque o se iban o a mi me cambiaban de hogar”.

Sabe que su vida no ha sido fácil. “Pero no nací para ser del montón”, sostiene. Esa convicción la diferencia de sus tres hermanas. Rose Mary cuenta que todas pasaron por algún hogar de protección. Las dos mayores ya salieron de la red y en la actualidad conviven con las drogas y el alcohol. La menor se fugó del centro en el que estaba. De sus dos hermanos menores reconoce “no tengo idea, sólo sé que viven con mi mamá”.

Tampoco pudo ser adoptada, debido a que los requisitos para que un menor sea declarado susceptible de adopción son precisos. Si los padres están presentes y se niegan, las opciones se reducen. Además, a medida que la edad aumenta, el interés de padres adoptivos se reduce. El año pasado, en los centros y hogares residenciales se atendieron 10.626 niños y jóvenes. Sólo fueron adoptados 595.

En este contexto, la vida de Rose Mary pudo encaminarse al precipicio. Pero no. “En diciembre llegué al centro de Pudahuel. Por mi edad ya no me recibían en ningún otro hogar y menos harían un trabajo conmigo. Un día me puse a llorar y les pedí a las tías que me buscaran un trabajo. No aguantaba más”.

Meses antes, el empresario Alfredo Godoy, dueño de una cadena de locales de podología ubicados en Providencia y Las Condes, se acercó al Sename con un novedoso proyecto. Ofrecer capacitación a niñas que pronto cumplirían la mayoría de edad y que deberían abandonar la red de asistencia para luego contratarlas al cumplir los 18 años. “Fue por una necesidad de trabajadoras, pues en este rubro faltan especialistas y también para ayudar a las niñas del Sename”, reconoce Godoy.

Rose Mary no desaprovechó la oferta, aunque en un principio no fue fácil. “Cuando llegó, vi su tatuaje, sus marcas, fue extraño. Pensé: ‘Dónde me estoy metiendo’, pero la verdad es que ha sido una sorpresa extraordinaria. Es una niña de una gran inteligencia, tiene facilidad para aprender y disposición. Nos ha dejado a todos contentos”, dice.

El director nacional del Sename, Rolando Melo, agrega que cuando jóvenes como Rose Mary no pueden volver a vivir con sus familias, “se les entregan herramientas para que se desenvuelvan de manera independiente al cumplir la mayoría de edad. Nuestros profesionales los preparan en diversos temas, hasta manejar una cuenta de ahorro, arrendar o postular a subsidios de vivienda, pero el apoyo del mundo privado es esencial”.

Con su empleo, Rose Mary pretende terminar la enseñanza media, seguir estudios superiores y arrendar un departamento. “Hablo bien y me comunico bien. Me han dicho que no parezco niña del Sename. No nací para esto. A pesar de las dificultades, doy todo lo que tengo para ser mejor”, concluye.

Fuente: La Tercera

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