¿Preparados para la adopción?

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Adoptar un niño no es un capricho, un antojo repentino. Conlleva una responsabilidad para la que algunos padres creen estar preparados pero, a la hora de la verdad, no es tan sencillo. En los últimos 15 años, el fenómeno de la adopción ha ido variando. Desde que a finales de los años 90 la paternidad mediante la adopción nacional se complicara, cientos de familias se decantaron por buscar a sus hijos en el extranjero. China, después de latinoamérica y de los países del este de Europa, se convirtió en uno de los países más solicitados por los laxos requisitos que exigía. Mar Díaz, de AdoptChina, asegura que «cada año se tramitaban entre 1.000 y 2.000 nuevas solicitudes». Sin embargo, a partir de 2007, tras verse desbordados, el Gobierno chino optó por restringir sus adopciones. Desde hace seis años, las familias monoparentales no pueden solicitar un niño a China, tampoco los padres con pocos ingresos, ni los que tengan estudios básicos. A raíz de la trágica muerte de Asunta Basterra –la niña de 12 años asesinada en Santiago de Compostela y de origen chino–, las familias solicitantes tienen miedo, saben que China puede ampliar los requisitos tras este lamentable incidente. «A principios de octubre, 13 familias tienen planeado un viaje para recoger a sus hijos y, por ahora, no han puesto ninguna pega», apunta Díaz. Y es que, desde 2007, el número de expedientes que se abren al año en el país asiático no supera la treintena. Es más, tardan entre seis y siete años en asignar a un menor.

En los últimos 15 años, de acuerdo con las estimaciones del Observatorio de la Infancia del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales, se han adoptado unos 50.000 menores. De los que cerca del 90 por ciento provienen del extranjero. Sin embargo, a pesar del amor de los padres, algunas adopciones fracasan. Es decir, no se consigue el apego que los psicólogos y trabajadores sociales insisten en que debe crearse entre padres e hijos. «Entre un 1 un 1,5 por ciento de los procesos fracasan, unos 750 casos», explica Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Él trabaja con los padres en su formación como futuros adoptantes. Aunque como fracaso se entienden los casos oficiales de niños que vuelven a centros protegidos por el Estado, también se dan «casos de pseudorupturas en los que no llega a producirse un fracaso oficial pero funcionalmente lo es porque los padres envían al niño a estudiar fuera o nada más cumplir la mayoría de edad abandona el hogar paterno», sostiene el experto. De acuerdo con sus datos, la cifra de fracaso podría elevarse hasta alcanzar el 5 por ciento, «unos 2.500 casos en los últimos 15 años».

Pero, ¿cuándo se producen estas rupturas? Adolfo García, responsable de la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento (Cora), no tiene datos oficiales pero sabe que estas situaciones se producen: «Hace poco tuvimos el caso de unos padres que a los 20 días de tener al menor en su caso aseguraron que no podían seguir adelante con él». Ana Berástegui, investigadora del Instituto Universitario de la Familia (IUF) de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, explica que «es normal que aparezcan en el primer año, aunque si se supera este periodo, los problemas conductuales que se crean con la adolescencia y las dificultades de vinculación que se arrastran desde los inicios» pueden eclosionar en esas edades, entre los 12-13 años. «Las familias se sienten desbordadas porque sus expectativas eran otras y las adopciones no se han llegado a constituir», comenta Berástegui.

El «boom» de la adopción que se generó a principios de este siglo se ha ido estabilizando los últimos años. Desde las más de 5.000 adopciones que se tramitaban en 2004 se ha pasado a las cerca de 2.500 que se solicitaron en 2011. No obstante, lo que no ha variado tanto es el perfil de la pareja que opta por la adopción. «Cerca del 75 por ciento de las familias que se decantan por la adopción han tenido problemas de fertilidad, el cuarto restante suelen ser padres con algún hijo natural o con algún menor adoptado previamente», dice el especialista de la Universidad de Sevilla. Eso sí, los problemas para concebir no son un problema para los países de origen de los niños adoptados; la monoparentalidad, sin embargo, sí. China fue uno de los primeros países en excluir a los solteros de la lista de posibles progenitores y Rusia ha seguido el mismo camino. Un problema que deben afrontar antes de comenzar el proceso de unos siete meses, durante el que cada comunidad autónoma les prepara para ser padres adoptivos. Tras superar una sesión informativa en la que se aclaran los trámites y los derechos de los menores, pasan a un proceso de formación de unas 25 horas. Obtener la valoración de idoneidad es el último paso. Y, durante todos estos días, «muchas familias se van autoexcluyendo», afirma Palacios.

Fuente: La Razón

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