Felicidad «casi» completa

familia palentina

«Cuando la cogí en mis brazos comencé a disfrutar de una nueva vida, ya que desde el día en el que vi su cara por primera vez en una fotografía sentí que era mi niña». Así explica Sonia Pisabarro cómo llegó Marta Huan Qin a su vida, aunque hasta ese momento  tuvieron que pasar casi dos años desde que comenzaran los trámites para su adopción.

Tras una primera toma de contacto para informarse de los requisitos necesarios para iniciar un proceso de estas características. Sonia y su marido, Eduardo Sánchez, se lanzaron a la mayor aventura de su vida.

Papeleo, documentos, exámenes psicológicos y pruebas médicas, entre otros trámites, fueron necesarios para obtener el certificado de idoneidad que les acreditaba como aptos para la adopción de un niño. Su elección estuvo clara desde el primer momento. «China era un país que nos gustaba, tanto por la cultura como por sus características y porque había muchos niños que necesitaban una familia», explica Sonia. «Nuestro deseo era ser padres y no lo dudamos ni un momento», recuerda.

En 2005 llegó Marta a sus vidas. Más bien ellos fueron a su encuentro. Hasta la ciudad de Nancháng, al sudeste de China, Sonia y Eduardo se desplazaron con las maletas llenas de ilusión, esperanza, alegría, nervios y vida, mucha vida.

Fue allí cuando pusieron la guinda a ese pastel que durante casi dos años habían cocinado paso a paso. «Cuando la cogí en mis brazos me sentí la madre más afortunada del mundo y comencé a disfrutar desde el primer minuto», recuerda emocionada.

Desde entonces han pasado ocho años, un tiempo en el que toda la familia ha disfrutado y aprovechado, además de aportar su granito de arena para que Marta sea la niña alegre, abierta y simpática que demuestra en todo momento. A su llegada a España, la pequeña pasó las oportunas revisiones y, tal y como mandaba entonces la legislación del país de adopción, un seguimiento al cabo de un año.

Otro más

A los nueve meses de llegar Marta a Palencia, Sonia, Eduardo decidieron que la familia tenía que completarse con un nuevo hijo e iniciaron de nuevo los trámites para una adopción. Han pasado siete años desde entonces y todavía siguen esperando. «Cada vez se asignan menos niños o, al menos, lo hacen más despacio, por lo que no sabemos cuándo llegará nuestro turno», explican.

Reconocen que los últimos incidentes ocurridos en una familia gallega «ralentizarán mucho más la entrega, pero nosotros seguimos esperando con la misma ilusión, porque niños para adoptar hay».

En cuanto a que se amplíe el período de seguimiento que los países exigen a las familias para comprobar que los niños se encuentran en perfectas condiciones, Sonia reconoce que le parece «muy bien». «Antes en China solo se exigía uno, ahora son cinco y no nos importaría si fuese hasta los 18 años, entenderíamos esa postura».

Además, no tiene más que palabras de agradecimiento  hacia los responsables de las adopciones en China. «El trato que en todo momento recibimos los padres cuando fuimos a por los pequeños, la atención que se presta a los niños y las condiciones en las que te los entregan son dignos de destacar, fueron realmente acogedores», manifiesta. Es más, «nunca he escuchado a nadie que se sintiera mal o críticas hacia este país en lo que a adopciones se refiere».

Sonia y Eduardo reconocen que la espera se hace muy larga para quienes desean tanto como ellos un hijo, por lo que les gustaría que se agilizaran más los trámites, «pero no podemos hacer nada».

Por eso esperan ansiosos cada día que llegue el momento en el que otra niña o un niño llegue de nuevo a sus vidas y complete su felicidad. «Es una de las mayores experiencias que he tenido en mi vida y animo a todo el que desee tener un hijo. La única diferencia es que no lo has llevado en tu interior nueve meses, pero es tan hijo tuyo como uno natural», subraya Sonia.

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