Las dudas de la adopción

¡Por fin, ya está aquí!; pero hasta que llega el niño tan ansiado, los padres adoptivos se enfrentan a un lento proceso de espera en el que hay lugar para todo: dudas, temores, miedos, pero también reafirmaciones de algo que no es más que un fuerte deseo interno y palpable de cada mujer de ser o volver a ser madre.

Habíamos reflexionado du­rante meses sobre este proyecto de adopción; lo habíamos madurado, incluso habíamos obligado a nuestra impaciencia a soportar largos períodos de reflexión o de ‘olvido voluntario’ para medir la profundidad de nuestro anhelo. Siempre volvía, transformado, pero allí estaba”, cuenta Françoise Champenois en su libro No te amaré como a los demás (CCS). Como Champenois, son miles las personas que cada año se plantean en España la adopción llevados por un motivo común: el deseo de ser padres. Unos porque no tienen hijos, otros porque quieren añadir la experiencia adoptiva a la ya conocida experiencia biológica. “Los caminos que nos llevan a la decisión son muchos –explica Pilar Rahola, madre adoptiva y autora de Carta a mi hijo adoptado (Planeta)–. Hay padres que se autoconvencen de ser auténticos dadores de amor, de poseer una sobrecarga de sentimientos y no tener dónde depositarla. Otros se plantean la adopción como un bálsamo a la soledad, como una bella manera de compartir la vida. ¿No hay algo de eso, también, en la decisión de tener un hijo biológico?”

Afianzar el deseo

La Administración lo tiene claro: no se trata de dar un niño a una familia, sino una familia a un niño. “Hay que asegurarse de que estos niños que han pasado por graves situaciones de sufrimiento previo, vayan a parar a familias que puedan responder a sus complejas necesidades”, explica Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. De ahí el examen exhaustivo que realizan psicólogos y psiquiatras a los padres solicitantes y que muchos de estos padres ven como una agresión. “Hablamos de nosotros. Nos tacharon de demasiado idealistas. Dije que era activa: concluyeron que estaba angustiada”, se lamenta Carmen, de 37 años, madre de dos hijas biológicas. “Es normal que las personas sientan cierta angustia ante la exploración psicológica: están en una situación de cierta vulnerabilidad y saben que es mucho lo que se juegan, pero quizá les ayude saber que la inmensa mayoría de los que han pasado por esta situación han recibido una valoración positiva”, analiza Jesús Palacios. Para muchos, la espera es un largo sufrimiento; para otros, un momento de reflexión donde surgen ciertos temores que, en palabras de Lina, madre adoptiva, “son los mismos que se tienen ante la llegada del primer hijo biológico: ¿Será niño o niña? ¿Estará bien de salud? ¿Habrá sufrido mucho? ¿Le querré igual que si lo hubiera parido? Son niños tan deseados y luchados que el amor va naciendo desde el momento en que inicias el proceso. Pero eso no evita que el miedo al amor también exista. Tenemos miedo al fracaso como padres: ¿Sabré hacerlo bien? ¿Me abrazará cuando me vea? ¿Se adaptará a nosotros? En la espera, lo que haces es afianzar tu deseo”.

¿Su último capricho? El bombín del spot.

La adopción no es un camino de rosas: los padres tienen que pasar por una serie de trámites ineludibles que varían en función de cada comunidad. Para muchos comienza con una avalancha de rechazos: “Muy a pesar nuestro me es imposible atender a su petición”, “debo darle una respuesta que desgraciadamente les va a decepcionar”, “no puedo dar curso a la candidatura de matrimonios que ya tienen hijos”. Es el primer jarro de agua fría, lo que muchos llaman “el primer aborto administrativo”, porque muchos padres viven la espera como si de un embarazo se tratara. Un embarazo que tiene fecha de inicio, pero del que nunca saben cuándo van a salir de cuentas. “Nuestra sorpresa fue tal y nuestra tristeza tan profunda que no volvimos a insistir.?Ahora sé que debimos hacerlo y luchar por nuestro hijo”, recuerda Silvia, de 34 años. Esta respuesta negativa sirve a veces para evaluar el grado de empeño de la pareja en su proyecto de adopción. Otras veces refleja la verdad, pero a fuerza de llamar una y otra vez, la puerta acaba por entornarse.

Fuente: ELLE

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