¿De quién es la búsqueda?

La búsqueda de orígenes forma parte de un proceso normal de desarrollo de la persona y se considera hasta necesario para construir una identidad sana – es decir, una visión integral y positiva de uno mismo; empieza mucho antes de que un niño pueda ser capaz de hacer una búsqueda real de las personas que ha dejado atrás.

Desde pequeño, el niño que hace preguntas y comparte sus reflexiones, fantasías y sentimientos con sus padres va por buen camino. Está recogiendo y examinando diversas piezas de un gran puzle para intentar poner orden y ver el sentido en todo lo que le ha ocurrido hasta ese momento en su vida. A medida que va creciendo busca, no sólo información, sino el gran retrato que puede recrear a través de esa información.

Por otro lado, el niño que no pregunta nunca y que no muestra ningún interés puede ser causa de preocupación. ¿Se siente libre para preguntar, comentar, indagar sobre su pasado? ¿Tiene miedo de hacer daño a sus padres? ¿Cree que tiene que elegir entre una familia y otra, que solo puede reconocer una de sus realidades? ¿Es la adopción un tema tabú en su familia? ¿Se siente avergonzado por ser diferente y tener un origen diferente al de su familia?

La búsqueda de orígenes es algo personal e íntimo que corresponde principalmente a la persona adoptada. Es un derecho de él como ciudadano que está reconocido hasta por ley en España. Sin embargo, los padres adoptivos también juegan un papel importante en este proceso. Pueden apoyar y ayudar muchísimo a su hijo en la elaboración de su búsqueda. Y en este sentido podríamos decir que comparten la búsqueda, que de cierta manera, puede ser de las dos partes.

A modo de consejos ¿Qué pueden hacer los padres adoptivos para apoyar esa búsqueda tan natural y normal de sus hijos?

Primero, pueden recoger todos los datos posibles sobre el pasado de sus hijos antes de que desaparezcan. Estos datos incluyen los nombres de sus familiares biológicos si es posible, información sobre su historia – sobre todo los motivos de su separación de la familia de origen – historial médico (incluyendo el parto, el nacimiento y los demás familiares si es posible) y también documentación sobre otras familias o centros en los que han vivido, además de logros y acontecimientos importantes que ocurrieron antes de unirse con su familia actual.

Segundo, pueden crear un clima de confianza en el hogar donde se pueda hablar de absolutamente todo con total normalidad. Es quizás el mejor regalo que pueden dar a sus hijos. Pueden dar ejemplo y abrir el diálogo compartiendo sus propias preguntas e inquietudes con sus hijos para que estos se animen a revelar los suyas. Otro factor importante en este ámbito es aceptar los sentimientos de enfado o de tristeza de los hijos que surgen al comprender diferentes aspectos de la realidad de su pasado.  Así se fomenta aún más la comunicación y si algún día, cuando sea mayor, decide emprender una búsqueda “real” para encontrar e incluso quizás conocer a sus progenitores u otros familiares biológicos, todos estarán más preparados para apoyarse mutuamente durante el proceso.

Tercero, pueden aprovechar este clima de apertura y aceptación para compartir poco a poco, según la madurez del niño, todo lo que sabe sobre su pasado – hasta la información más difícil y complicada. Hay que recordar que los hijos tienen derecho a saber la verdad y que toda la información que tienen los padres sobre su pasado les pertenece a ellos. En cuando a los temas más difíciles de abordar, se trata de ir preparando el terreno para equiparles de los recursos personales que van a necesitar para poder digerirlos. Esta labor puede comenzar en serio sobre los 8 años, cuando los hijos son ya más maduros pero todavía no han entrado en la plena adolescencia. También se puede hacer con la ayuda de un profesional – sobre todo en el caso de tener que compartir las informaciones más duras que podrían afectar de forma negativa la autoimagen del niño si no se trata de forma adecuada.

Y por último, los padres pueden jugar un papel fundamental a la hora de formar a sus hijos para interpretar toda la información que van acumulando. Sin la ayuda de sus padres, los niños y los jóvenes fácilmente llegan a todo tipo de conclusiones erróneas. Pueden decidir que fueron apartados de su familia biológica porque tenían algún déficit. Algunos fantasean con que tal vez hayan sido robados y que sus padres biológicos volverán algún día por ellos. Otros viven con un sentimiento de culpa por haber hecho algo malo, algo que no recuerdan, pero que impulsó a su madre biológica a abandonarle… Son los padres quienes pueden compartir perspectivas maduras para ayudar a sus hijos a elaborar una versión de los hechos lo más realista, sana y positiva posible.

Para resumir, es normal que los hijos adoptivos tengan una intensa curiosidad sobre su pasado que les empuje a buscar información sobre sus orígenes y quizás algún día, más que solo información. Y mientras que esta búsqueda es algo suyo, lo pueden compartir con sus padres – necesitan compartirlo con sus padres. Lejos de crear problemas en la familia, el hecho de compartir algo tan íntimo, fomenta la confianza, el amor y la felicidad; enriquece la relación entre padres e hijos a la vez que ayuda al hijo a crecer sin temores y tabúes en un ambiente donde reina la transparencia, el aprendizaje y el crecimiento personal.

Brenda Padilla Ericksen Instituto Familia y Adopción

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