Los huérfanos perdidos en el laberinto del Estado – Ucrania

En Ucrania, cuando los huérfanos llegan a la edad adulta corren el riesgo de ser calificados como «incapacitados», un estigma que los condena a una vida en instituciones. Pero muchos de estos jóvenes no tienen ningún tipo de discapacidad.

La de «incapacidad» es una calificación que según sus críticos priva a quien la lleva de los derechos humanos básicos.

Ser considerado «incapacitado» significa que cuando alguien designado como tal alcanza los 18 años, en vez de dejar las instituciones, es enviado a vivir en psiquiátricos o en residencias para ancianos.

Se les prohíbe incluso vivir solos o contraer matrimonio y, en caso de tener hijos, ellos también pasan a pertenecer al Estado.

Para los severamente discapacitados puede que la única opción sea vivir bajo los cuidados del Estado, pero de acuerdo con activistas en Ucrania hasta una quinta parte de estos jóvenes son capaces de vivir una vida perfectamente normal.

Huérfanos sociales

Estos jóvenes son llamados «huérfanos sociales», y a menudo son hijos ilegítimos o provenientes de familias desestructuradas, víctimas de un sistema de la era soviética que facilitaba a los padres entregar a sus hijos al Estado, para lo que solo hacía falta una firma.

Boris Ivanenko, de 31 años, fue uno de estos niños. Cuando era un bebé su madre lo entregó al entonces gobierno soviético. Hasta los seis años vivió en un orfanato y a partir de entonces fue enviado a una institución psiquiátrica.

Durante los 12 años siguientes pasó de institución en institución, a menudo sufriendo abandono y abusos. En algunas de ellas fue incluso objeto de golpes y humillaciones.

Cuando alcanzó los 18 años, por una razón que desconoce, fue transferido a un geriátrico y obligado a permanecer allí. En su estadía tuvo que trabajar en la granja de la institución, excavando en el estiércol con sus propias manos y cavando tumbas para los ancianos que habían muerto.

«En cada habitación vivían tres o cuatro personas. Cuando morían en sus camas los más fuertes los llevábamos afuera», explica Ivanenko. «Los transportábamos a la morgue, los metíamos en ataúdes, poníamos la tapa y los dejábamos en el coche fúnebre. Entonces íbamos al cementerio, los sacábamos del coche y los enterrábamos. Enterré a 150 personas en dos años.»

Ivanenko nunca supo por qué se encontraba bajo la tutela del Estado, ya que aunque nunca aprendió a leer y escribir de pequeño siempre se sintió perfectamente capaz de cuidar de sí mismo. Pero como a cualquier «incapacitado», le fue prohibido vivir solo.

«Era como estar en la cárcel, aunque peor. En prisión puedes escribir a alguien para quejarte», afirma.

«Instituciones abusivas»

De acuerdo con Ivanenko las instituciones en las que creció más que negligentes eran abusivas. Antes de llegar a la edad adulta vivió en un orfanato donde afirma que era violado por huérfanos mayores. Cuando se quejó, le dijeron que era culpa suya.

A pesar de todo, se considera uno de los afortunados: tuvo la suerte de encontrar un salvador.

Zinaida Shevchuk, trabajadora de una de las instituciones en las que vivió, lo tomó bajo su tutela. Ahora vive con ella y su madre en la casa que tienen ambas en un pequeño pueblo en el campo.

Shevchuk descubrió que Ivanenko no tenía por qué estar bajo la tutela del Estado y contactó con Tatyana Makarava, una rica mujer de negocios que ha luchado por la causa de los incapacitados en Ucrania durante más de una década.

Makarava se había ganado una reputación entre los huérfanos como alguien que escuchaba e intentaba ayudar y su número de teléfono circulaba entre los residentes de varias instituciones.

Un instituto sociológico independiente de la ciudad de Kharvik, que se encarga de asesorar a las instituciones psiquiátricas del país, señala que hasta un 20% de aquellos calificados como incapacitados son individuos perfectamente capacitados. Los responsables del instituto consideran que mucho de estos huérfanos sociales están atrapados en un sistema que carece de los recursos o la determinación para encargarse de ellos de forma adecuada.

Abandonados dentro de un sistema sin recursos, los jóvenes reciben poca o ninguna educación. Fueron condenados como no-educables a pesar de que muchos no revelaban signos de discapacidad.

Vida entre ancianos

Ivanenko no sabía que estaba calificado como discapacitado hasta que abandonó la institución de acogida y vio la ficha con su historial.

«Cuando vi el papel que señala que soy discapacitado me sorprendí mucho. Lo escribieron sin tenerme en cuenta», asegura. «De acuerdo con ese papel soy un cadáver viviente».

El año pasado comenzó a aprender a leer con la ayuda de la nieta de Makarava.

«Gracias al libro que me dio Tatyana estoy aprendiendo a vivir en sociedad», comenta, «así la gente puede ver que de una institución puede salir una persona normal».

Lyonya Honchar, en la treintena, es uno de los compañeros «incapacitados» de Ivanenko que todavía se encuentra en un geriátrico. Su padre lo entregó a una institución con seis años, después de la muerte de su madre.

«No me siento bien estando entre gente mayor en sillas de ruedas», dice Honchar. «Aquí se muere mucha gente0».

Honchar fue enviado a la residencia de ancianos cuando tenía 16 años pero su experiencia antes de esto es incluso más desgarradora.

Era residente de la institución psiquiátrica Novosavitski, que fue investigada en 2010 después de que uno de los internos fuese golpeado hasta morir.

«Nos trataban mal», dice Honchar. «El director era terrible. No nos permitían visitas y cuando intentábamos escapar nos golpeaban y encerraban en una celda de castigo».

«Si te portabas mal o insultabas a alguien te ponían inyecciones».

Asegura que cada día antes del almuerzo le inyectaban haloperidol y promazina, poderosas drogas antipsicóticas.

«El haloperidol te daba vuelta el cuerpo y la promazina te hacía dormir durante dos días».

«Si no querías trabajar te golpeaban, llevaban los cuerpos a un cura y te enterraban en el cementerio».

Intereses económicos

Dennis Aleksandrovich, que fue abandonado de niño tras ser diagnosticado con parálisis cerebral, vivió en la misma institución. Con la ayuda de Makarava, fue transferido al cuidado de un tutor y ahora vive de forma autónoma. Pero cree que los encargados de este tipo de instituciones tienen un interés económico por mantener a gente después de los 18 años.

«Por cada huérfano tienes que tener un cuarto, darles alojamiento… Esto es muy costoso», afirma. «Es más fácil mantener las instituciones, mandarles allí y olvidarse del problema».

Tras una investigación del gobierno, la institución Novosavitski tiene nuevos directores que insiste en que no se usan sedantes, ni se golpea a los internos ni se los obliga a participar en enterramientos.

Pero Makarava ha recibido cientos de cartas de residentes que viven allí. «Nuestros huérfanos son gente joven enterrada en vida», afirma.

Aunque recientemente ha habido motivo para la esperanza. El año pasado, una mujer tutelada en el este del país consiguió que una corte le quitase legalmente la calificación de incapacidad.

A pesar de que es difícil conocer los números es probable que mucha gente como Ivanenko, Aleksandrovich y Honchar sigan atrapados en el sistema.

El Ministerio de Política Social de Ucrania asegura que tomará las medidas pertinentes para investigar cualquier violación de los derechos humanos en este tipo de instituciones.

El ministerio se refirió a legislaciones diseñadas para salvaguardar el bienestar de aquellos vulnerables en las instituciones, y destacó la creación el año pasado de consejos comunitarios para monitorizar a los jóvenes bajo tutela.

Aun así, estos consejos no son independientes, y como tales, no tienen poder para entrar en las instituciones.

Fuente: BBC Mundo. 31/07/2012

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