Adopción: un nuevo reto para la escuela

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Son como esponjas; aprenden el idioma enseguida; están acostumbrados a estar con otros niños en los orfanatos y por tanto necesitan ir cuanto antes a la guardería o al colegio”. Son algunos de los tópicos que se pueden escuchar acerca de los niños procedentes de la adopción internacional. Y, sin embargo, los expertos alertan sobre los matices que todos ellos encierran.

Beatriz San Román, periodista especializada en temas sociales y madre de una niña adoptada en Haití, autora del libro titulado Adopción y escuela. Guía para educadores y familias, en el que intenta dar pautas para evitar las difi cultades que estos niños pueden encontrarse en las distintas etapas escolares. “Aquí tuvimos un gran boom de la adopción a partir de los años 90 –explica San Román–. Pasamos de no existir en las estadísticas internacionales a colocarnos como segundo país del mundo en adopción internacional por detrás de Estados Unidos, y en el primero si tenemos en cuenta el número de habitantes”.

La periodista asegura que hemos ido aprendiendo sobre la marcha y que tanto las familias como los educadores necesitan entender “los retos que estos niños plantean”, en su opinión no se trata de casos especiales sino de “niños normales que han tenido unas vivencias muy distintas a las de la mayoría de sus compañeros”.

Un reciente estudio del Hospital Carlos III revela que la gran mayoría simplemente llega con problemas en ciertas vacunas y en su nutrición, de los que un alto porcentaje se recupera en los primeros meses. Pero los défi cits emocionales son otro cantar. “Una de las primeras cosas que hacemos cuando llegamos con nuestros hijos es ir al pediatra, para poner remedio a cualquier carencia sanitaria que tengan, pero ese pasado también ha infl uido en su desarrollo cognitivo y emocional. Por eso es mejor que estemos abiertos a detectar los posibles problemas cuanto antes”, afi rma Beatriz San Román.

En la misma dirección apunta Lila Parrondo, directora de Adoptantis, uno de los dos servicios de apoyo postadoptivo de la Comunidad de Madrid: “Por su historia con su familia biológica y de institucionalización traen grandes carencias, sobre todo afectivas y de estimulación, que son mucho más complejas de superar que las alimenticias o sanitarias”. Las familias llegan a Adoptantis normalmente después de que el colegio alerte de alguna difi cultad en el aprendizaje o en la conducta y muchas veces en ambos al mismo tiempo. “Es verdad que estos niños son como esponjas y que aprenden enseguida –dice Parrondo– pero es por pura supervivencia. Lo cierto es que el lenguaje cotidiano se aprende con mucha facilidad, pero el más abstracto y de contenidos más complejos se pierde y a veces no entienden lo que está pasando”.

¿Adaptación rápida?

Esther Herranz, psicóloga de la Asociación para el Cuidado de la Infancia (ACI), una Entidad Colaboradora en Adopción Internacional (ECAI), donde además se imparten cursos de postadopción, sostiene que hay cierta obsesión por que estos niños se adapten enseguida. “En los que tienen más difi cultades, todas las orientaciones van dirigidas a que el niño alcance el nivel que se espera de él, en lugar de a recuperar las etapas que ha perdido. Si no te paras a pensarlo, parece que lo lógico es que un niño de 3 años juegue o haga lo que hacen los niños de su edad y no, por ejemplo, que se ponga a gatear como un bebé de seis meses. Pero quizá lo que necesita es gatear porque no tuvo oportunidad de hacerlo cuando le correspondía”.

Esther Herranz, como el resto de expertos consultados, se queja de que el criterio para escolarizar a los niños sea casi exclusivamente la edad, sin tener en cuenta las circunstancias previas, ni la capacidad evolutiva de cada uno. “Tenemos un sistema educativo muy rígido –argumenta Beatriz San Román– y hasta hace no mucho tiempo se nos animaba a los padres a llevar al niño al colegio cuanto antes. Hoy los especialistas en adopción tienen claro que eso es un error, porque el niño necesita encontrar primero su sitio en la familia y a partir de ahí afrontar el nuevo reto de la escuela. Cualquier pedagogo sabe que la capacidad de aprender de un niño está íntimamente relacionada con su seguridad emocional”. “Nadie puede aprender si no se siente seguro –indica Lila Parrondo– y para muchos de estos niños el cole es lo más parecido que puede haber al orfanato, es decir, muchos niños y un adulto que los cuida. Hay cierto mito de que como han estado con otros niños, lo mejor es el cole. Muchas familias no esperan ni las dieciséis semanas de baja y a los quince días el niño está cumpliendo jornada completa, en un idioma que no entiende y separado de sus padres un montón de horas. Eso no juega a favor de una buena adaptación escolar. La idea es: cuanto más tiempo en casa, mejor. La incorporación a la guardería o al colegio deben hacerse de manera gradual”. Ana y Pablo son los padres de Juan, un niño que adoptaron en Rusia cuando tenía 2 años y que hoy tiene 7. Ana cuenta cómo empezó a llevar a su hijo a la guardería durante el último mes de la baja maternal. “Los primeros días sólo iba por la mañana, tal como establecía la pauta de la guardería para el resto de los niños”. Juan llegó con un retraso en el lenguaje que se evidenció también en el aprendizaje del nuevo idioma. “Tuvimos que llevarle a un logopeda”, explica Ana. Con el paso al colegio, Ana y Pablo notaron que para Juan ponerse al nivel de sus compañeros suponía un sobreesfuerzo. “Todavía lo es –indica la madre–, va al mismo ritmo que sus compañeros pero con mucho refuerzo fuera del colegio por nuestra parte”.

Orientación pedagógica

A los padres de Juan no les importaría que estuviera escolarizado por debajo de su edad. Para tomar esta decisión, según explica Lila Parrondo, son los equipos de orientación pedagógica y escolar los que lo tienen que recomendar. En otras ocasiones los niños pueden estar en el curso que les corresponde por su edad pero con profesores de apoyo que les dediquen una atención especial. Para Parrondo, el hecho de que los niños sientan que sólo son reconocidos y valorados por sus éxitos escolares com- plica aún más las cosas. “Algunos de los problemas de conducta tienen su raíz en esto. Si no pueden llegar al nivel de los demás, intentan otros caminos para que les reconozcan: a veces en su desesperación garabatean el trabajo de los otros, hacen payasadas para que los demás les rían las gracias o rompen el material escolar, como una forma de manejar su angustia”.

Diana Marre, doctora en Antropología y especialista en adopción e inmigración, dirige un proyecto de investigación sobre la integración familiar y social de los menores adoptados internacionalmente, uno de los pocos que se está elaborando, a pesar del espectacular crecimiento de las cifras en los últimos años. Se trata de un proyecto multidisciplinar que intenta recoger la información de los organismos que realizan los seguimientos tras las adopciones. Ya han consensuado un modelo con las entidades que trabajan en Cataluña y en Madrid. “Queremos ver cómo se está produciendo la integración familiar del niño y qué difi cultades están surgiendo en su incorporación a los espacios sociales, básicamente a la escuela –dice Marre–. Se trata de aprovechar las buenas experiencias y socializarlas para que sirvan a todos y ver qué se puede hacer con las malas, que también las hay”.

Marre resalta que no existe una formación específi ca sobre estos temas ni para los docentes ni para otro tipo de profesionales. En su opinión hay cosas que se piden a los niños en los colegios y que se consideran “normales” pero que no lo son en el caso de los niños adoptados. Como ejemplo, Marre utiliza las referencias a lo biológico en los currículos escolares. A veces ése es el momento que se usa para hacer un árbol genealógico y se pide a los niños que traigan una foto de cuando nacieron. “Todo eso necesita una revisión –afi rma–, conozco a madres de niños adoptados que van mil veces al colegio a recordar: ‘No le pidas determinadas cosas, recuerda que la niña es adoptada, y si lo vas a hacer, por favor, explica que hay otras maneras de llegar a una familia”. Por otro lado, hay una tendencia creciente a catalogar a estos niños con determinados síndromes como el Trastorno del Défi cit de Atención (TDA). Marre aconseja a los padres evitar colocar estas etiquetas. “A veces niños que no han salido nunca del orfanato, se suben al avión, llegan a una ciudad y los padres les llevan al zoo, a Port Aventura… es como ponerles en un parque de atracciones de manera permanente y, claro, los chicos llevan un subidón de adrenalina que no hay manera de bajarlo. Es necesario mandar un mensaje de tranquilidad”, concluye Marre.

Fuente: tiempodehoy.com

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