El color de mi hija

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Interesante post sobre la adopción transracial de la escritora chilena Victoria Miller

¿Qué piensas de las familias multirraciales?” Una pregunta. Y así sin más, sin anestesia o preparación, me veo arrojada a un mundo de contradicciones y dudas. Esta semana empezamos (por tercera vez, espero que ahora resulte) el proceso de adopción. Volvemos a intentarlo porque como puse en Facebook, sabemos que en alguna parte del mundo, una niñita que ahora debe tener un año y medio, está esperando para que seamos sus papás.  Y a mi como me que pican los brazos de tanto querer abrazarla.

Tenemos un hijo, podemos tener más. Queremos adoptar y no hemos podido por vacíos legales. Ahora, parece que por fin hemos salido de la zona gris y podemos hacer los trámites. El miércoles me fui a la oficina del Ministerio de inclusión social con todos mis sueños, mis nervios, mis esperanzas. Llevaba el corazón lleno de ilusiones y ganas de mostrar que somos LA familia que esa pequeña todavía desconocida, necesita. Traté de mantener mis locos deseos de tener a mi nueva hija entre mis brazos YA. (nunca he sido muy buena para la paciencia… sólo escribir puedo hacerlo por horas y horas… los resultados puedes verlos por aquí)

Y por fin pude empezar el proceso para adoptar. Pero en vez de volver a mi casa a preparar documentos, sacar fotos, escribir y pedir testimonios, llegué a sentarme a darle vueltas ea cosas en las que nunca antes había pensado.

¿Queremos una niña ecuatoriana o una chilena?

¿Nos importa si la niña es de color (morena, negra, como le digan en tu país)?

Voy a ser SUPER honesta en este post. No quiero un niño con problemas serios o discapacidad. Asumo que un niño adoptado tiene dolores profundos, de pérdida abandono y probablemente falta de amor y estimulación en los primeros años.  Pero no quiero un niño con síndrome de down, por ejemplo. ¿Por qué? Porque no. Me las arreglo bien con mi hijo y su escuela en casa, con mi trabajo, con compartir con mi esposo y ayudar lo poco que puedo a otras mamás y escritores. Un niño con discapacidad es más de lo que puedo poner en mi bandeja. Si al quedar embarazada ése es el destino, bueno, seguro el universo me manda fuerza, más horas del día, o resignación para dejar ir lo que no sea importante. Pero ya que puedo elegir, elijo un niño sano.

Ahora, esta otra pregunta… ¿podríamos adoptar una niña negra? Por mí, ¡SI! ¿Qué problema hay? ¿Qué importa, si cuando me  diga “mamá” su voz no tendrá color?  

El problema es uno básico. Chile es SUPER racista. Lo digo con dolor porque soy chilena, pero es cierto. Los hijos de una amiga, chilenos, vivieron de cerca la discriminación por hablar con acento peruano. En el libro “Siútico” se menciona algo muy cierto. “En Chile no somos racistas porque no hay negros, obvio”. Y también algo bastante tétrico, que las mujeres de color son aceptadas, todavía, solo en las fantasías sexuales.

Viví el bulling, por color de piel y clase social, cuando era chica. Y eso que yo no soy ni tan oscura, pero sólo eramos tres niñas con cabello negro en la clase, y la que tenía ojos azules se las arregló para no ser discriminada. Ni me quiero imaginar cómo sería para una niñita negra ir a un buen colegio en Santiago. O encontrar trabajo cuando “sea grande”.

Una parte de mí, la acuariana valiente, a la que le gustaría que todo el mundo se iluminara ya de una vez, me grita que SI. Que a través de conocernos como familia de muchos colores, mucha gente pensaría las cosas, se volvería más tolerante. Que alguien tiene que hacerlo para poder abrir caminos. Que no es justo que una niña se quede en el orfanato porque su color es distinto al nuestro.

Esa parte de mí, reflexiona: este mundo debería ser más tolerante. Yo debería estarme preocupando de cómo decorar la habitación de mi hija, de tener todo lo que necesita y de aprender como ayudarla con los traumas del abandono. ¿Por qué tengo que estar pensando si puede ser blanca, oliva, amarilla, roja o negra?.¿De si tiene los ojos rasgados o los labios gruesos? ¿Qué tipo de basura es esa? ¿Qué me importa lo que piense el resto?» También esa parte de mí, malévolamente, me dice en que en ESO es en lo único que me puedo parecer a la Angelina Jolie, y bueno, peor es nada… jajajajaaa. Sip, lo siento. No me resulta estar seria mucho rato.

Pero me importa, porque afectará a mi hija. Porque ya con mi niño de seis años, aprendí de sopetón que los niños tienen su propia agenda, y no puedes usarlos para justificar tu discurso ideológico, o para mostrarlos como statement o declaración de principios. O sea, si YA es dificil encontrar buenos modelos en los medios, de niñas que quieran ser algo diferente a princesas mantenidas que esperan que su príncipe las salve… imagínense además buscar historias de pequeñas heroínas de color. ¿Dónde se verá reflejada mi hija en Santiago? ¿En qué comercial o publicidad o serie?

Entonces, converso con amigas de USA que tienes niños adoptados de todos los colores. Me cuentan sus dolores, sus alegrías. Lo difícil que es para un adolescente negro adoptado por familia blanca encajar en la secundaria, porque ningún grupo lo acepta. Unos porque es negro, otros porque siendo negro, no habla como tal. Me dicen que bueno, los problemas de identidad y aceptación son propios de la adolescencia. Y yo pienso que si ESE es el único drama con el que tengo que lidiar en la adolescencia de mi hija tendré suerte.

Pero ellas mismas, me dicen que lo piense bien. Porque USA es de por sí muchísimo más tolerante que Chile en temas de razas. (y de derechos homosexuales, y de tantas otras cosas. Pero mi latinamerica querida tiene abrazos, niños que juegan, niños que pueden caerse sin demandas, tiene sabor, ritmo, y en mi caso particular, Chile también tiene gaitas y trajes de antaño)

Y lo pienso. Y leo blogs que hablan de cómo el precio de adoptar un bebé negro no alcanza ni a la mitad de lo que cuesta adoptar un bebé negro. Y entonces pienso que querer una bebé negra puede que la ponga en mis brazos más rápido.

Y lo repienso.  Y el comentario de una de mis amigas me resuena en la cabeza: “Piensalo bien. Pensar en el bien de la niña es un acto de amor, no un acto racista. Tu no eres racista por no querer una niña negra.”  Y ahí está… pienso: No, no quiero una niña negra y me siento racista por ello.Lo mismo que con el niño con discapacidad, lo siento como un fracaso por anticipado, porque me rendí antes incluso de dar la pelea. Ni siquiera me quise enfrentar al tema. Por eso escribo, para ponerlo en orden, para que otros sepan que este tipo de cosas, todos tenemos que cambiar.  Para que los niños puedan ir a casas que los amen y el color nunca sea tema para nadie.

Entonces, decido dejarlo en manos del universo. Eso. Que sea lo que la vida quiera. No creo que me corresponda preocuparme más del tema. Por mi lado (no lo he conversado mucho con mi esposo todavía) no podría nada excepto «niña/sana» en nuestra aplicación y que el destino y dharma haganel resto. Hay que estar presentes y vivir el momento. Eso es lo que diría mi maestro zen. Lamentamente, mi zen es debilucho todavía. En este caso, casi inexistente (Si, TENGO Que meditar más! lo sé!!!)  Me temo que, por lo menos a mí, el tema me dará vueltas hasta que me digan “aquí tiene a su niña” y pueda verla por fin. Porque sea del color que sea, cuando la vea, sé que me robará el corazón. Y no habrá más darle vueltas, porque en este caso, y para bien, el amor es ciego.

Victoria Miller.

Fuente: Blog Victoria Miller

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