Partida agridulce de los otros «hijos»

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Alegría y tristeza se apoderó ayer del corazón de los niños saharauis que participaron este verano en el programa «Vacaciones en paz», que organiza la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui. La estancia con las familias que los acogieron como hijos durante los dos meses de verano llegaba a su fin; atrás quedaban los días de playa o piscina, los juegos, los viajes o incluso las visitas médicas para atajar alguna enfermedad, como la que desde hace años padece Huda, a punto de cumplir 12 años.

Setenta y cinco de los 250 niños saharauis que disfrutaron de unas semanas de diversión y del cariño que les dispensaron sus padres adoptivos asturianos volvieron ayer a los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia; el resto emprende el regreso esta tarde. Cuando el reloj marcaba las cinco y media, dos autobuses llenos de niños, unos vestidos con las camisetas de su equipo de fútbol preferido, otros con mochilas en las que aparecían estampados los personajes infantiles y juveniles de moda, y la mayoría de las niñas con numerosos complementos de llamativos colores, como pulseras, prendedores o cintas del pelo, emprendían rumbo al aeropuerto. En la explanada del complejo deportivo del Quirinal, las manos de los padres que los atendieron durante los meses de julio y agosto se batían en el aire al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. «Es inevitable encariñarse con ellos», decía un emocionado matrimonio que a pesar de llevar varios años recibiendo a niños saharauis en su casa reconocía que las despedidas «son siempre difíciles de llevar».

Rabia, Kaltum, Nima o Siromo son algunos de los pequeños que participaron en el programa. Con ojos vivarachos y grandes sonrisas compartían con el resto de niños sus aventuras veraniegas mientras esperaban el momento de la partida. Cerca de ellos permanecían apiladas las bolsas que, llenas de ropa, regalos e incluso comida llevaban de vuelta a casa como recuerdo de su estancia en Asturias. Para identificar a sus propietarios, además de la etiqueta con los nombres de sus propietarios tenían adherida una foto.

Mientras los pequeños permanecían en el complejo deportivo, los adultos, en el exterior, esperaban la llegada del autobús y el instante del triste adiós. Covi y José Luis, de Cué, recordaban algunos de los episodios vividos desde que en 1996 llegó a sus vidas el primer niño saharaui tras haber visto un anuncio de la Cruz Roja en el periódico solicitando familias de acogida temporal para los jóvenes de los campamentos de Tinduf. Desde entonces, en su casa del concejo llanisco han disfrutado del periodo estival un total de seis niños, la última Huda, una pequeña «alegre, muy educada e inteligente», como la define el matrimonio. «Se pasó el verano en la playa de Antilles, donde tengo un chiringuito», señalaba Covi al tiempo que relataba junto a su marido cómo la han visto crecer y engordar. «Este año ganó seis kilos en dos meses y está muy recuperada de su dolencia de corazón, de la que la tuvieron que operarla hace cuatro años. Desde entonces, todos los años acude a una revisión en el Hospital Central de Asturias y la encuentran muy bien», relataron.

Ana y Fernando también acudieron ayer al Quirinal para decir adiós a su pequeño Sirano. Les acompañaba Mohamed, hermano del anterior y que lleva once años residiendo con este matrimonio de Gijón. Para conocer las condiciones de vida de los niños, esta pareja, al igual que otras muchas que comparten su misma situación, viajaron en varias ocasiones a los campamentos. «Tienen muchas carencias», apuntaron. Para ayudarles, la maleta de Sirano, además de ropa, transportaba alimentos y algo de dinero.

Fuente: La Nueva España

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