El ni–ño adoptado en la escuela infantil

abc

En mayor o menor medida, los niñ–os adoptados suelen presentar necesidades espec’ficas y requerir una ayuda extra para poder incorporarse al ritmo escolar. En muchas ocasiones, esa ayuda consiste fundamentalmente en conseguir que los padres -y los educadores- no se pongan ansiosos, acepten sus ritmos de aprendizaje y entiendan que necesita tiempo para adaptarse al nuevo entorno.

Cuando un niño adoptado se incorpora a las aulas de pre-escolar, lo más posible es que su desarrollo cognitivo y emocional se haya visto  comprometido, no por el hecho en sí de la adopción, sino por las experiencias previas a la misma. En un orfanato, por ejemplo, los niños no suelen  recibir los estímulos y las interacciones suficientes cómo para desarrollar sus capacidades de una forma saludable. Los especialistas recuerdan con insistencia que su edad emocional y cognitiva puede no corresponderse con su edad cronológica, pues presentan lagunas importantes en su desarrollo,  entendidas como aprendizajes que no hicieron en su momento. Ello requiere tanto por parte de los padres como de los educadores un replantamiento de sus estrategias educacionales, ya que las que funcionan con “todos” los niños de su edad, pueden no funcionar en absoluto con un menor adoptado.

La mayoría de los niños adoptados ha pasado al menos por dos hogares previos (el de nacimiento y una institución o familia de acogida) y varios  cuidadores. Por dos veces ha visto desaparecer los lugares y personas de referencia sin tener siquiera en la mayoría de los casos la capacidad
de entender qué estaba ocurriendo. Esas pérdidas a edad temprana hacen que el niño sufra de forma más acusada que otros cualquier cambio en su rutina o en su entorno.

El inicio del curso escolar o un cambio de profesor pueden despertar las alarmas en el niño y hacerle revivir pérdidas anteriores, que experimentó en una época en que todavía no tenía las estructuras mentales ni de lenguaje suficientes como para poder asimilarlas totalmente. Como consecuencia, es muy posible que sufra regresiones y/o manifieste sus temores con reacciones irracionales (accesos de ira, rabietas a edades en que ya no corresponden,
etc.).

Situaciones como las descritas requieren una reacción proactiva, que evite que unas expectativas irreales tanto por parte de los educadores, como sobre todo, por parte de los padres, conviertan a un niño que simplemente necesita más tiempo que sus compañeros en un alumno problemático incapaz de incorporarse a la escuela primaria con los niveles de autoestima y autocontrol necesarios.

Las siguientes reflexiones pueden ayudar al profesorado en el reto de conseguir que el alumno desarrolle su máximo potencial y, sobre todo, logre sentirse seguro y querido en la escuela, condición indispensable para que desarrolle nuevos aprendizajes:

– Vincularse con el niñ–o adoptado suele requerir mayor tiempo y dedicació—n. Una sana relación con el educador es indispensable para el niño de pre-escolar. Los niños adoptados han vivido procesos de vinculación súbitamente truncados en el pasado, por lo que tardan más en crear vínculos seguros.

– Con frecuencia, se resisten con vehemencia a «ceder el control» al educador. Puede que al principio se muestren abiertamente desafiantes y se resistan a cualquier orden o indicación de una manera desmesurada. Son niños que no responden en absoluto a los esquemas autoritarios; necesitan aprender que pueden confiar en el educador antes de asumir sin angustia que él es quien marca los límites y establece las normas En los primeros tiempos, la
mejor táctica es evitar a toda costa las batallas por el control, incluso ignorando comportamientos que no se consideran adecuados para su edad pero cuya eliminación no es prioritaria. Las pequeñas alternativas (¿quieres pintar con el rojo o con el azul?) son una buena ayuda porque le permiten ceder pero le proporcionan una cierta sensación de control.

– Un ni–ño bloqueado o que vive la escolarizaci—n con estrŽs dif’cilmente podr‡á mostrarse receptivo. Cuando el curso comienza, la prioridad debe ser conseguir que se sienta feliz y seguro en el ámbito escolar, pues sólo así podrá asimilar nuevos aprendizajes y avanzar en su desarrollo.

– Una relaci—n fluí’da con los padres puede facilitar enormemente el trabajo del educador. Aunque no hayan tenido tantos años como otros padres para estar con sus hijos, los padres adoptivos suelen ser paradójicamente buenos conocedores y observadores de sus niños. Una comunicación frecuente con los padres permite identificar los problemas y los avances, y permite transmitir a los padres la seguridad de que escuela y familia caminan juntos
en la dirección correcta.. En ocasiones, unos padres especialmente ansiosos porque el niño se ponga “a nivel” pueden representar una dificultad añadida. Los educadores pueden disminuir sus inquietudes poniendo el énfasis en los pequeños avances que el niño experimenta en áreas no “académicas” (adquisición de comportamientos básicos de los que carecía, avances en el autocontrol, etc.)

– Los ni–ños adoptados son, ante todo, niñ–os. Tan erróneo como ignorar que los niños adoptados pueden presentar necesidades específicas resulta achacar a esa condición cualquier dificultad de aprendizaje.

Conviene advertir contra el peligro que supone que los educadores coloquen a un niño la etiqueta de adoptado, como si ello fuera la causa de cualquier comportamiento que se aleje del modelo de alumno perfecto. Los niños son niños y, aunque sus experiencias previas influyen en cómo reaccionan ante determinadas situaciones, no constituyen la única variable que explica su comportamiento.

Los educadores tienen en la etapa prescolar una oportunidad única para conseguir que el niño adoptado se integre satisfactoriamente en la escuela. La resiliencia de los niños –entendida como su capacidad para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves– es  extraordinaria, pero necesitan de un entorno adecuado que sepa apoyarles en su desarrollo y comprender dónde se encuentran y qué necesitan para avanzar.

© Beatriz San Rom‡án
Autora del libro:
La aventura de convertirse en familia

Si este artículo te parece interesante, compártelo.
Facebook Twitter Plusone Linkedin Pinterest

Deja una respuesta