De vuelta al Sahara

Tristeza y lágrimas, muchas lágrimas, se podían ver ayer  bajo el sofocante calor que hacía a las 5 de la tarde en Talavera la Real. A esa hora partía el autobús hacia el aeropuerto de Sevilla en donde los 229 niños saharauis que han pasado el verano en Extremadura, 167 en Badajoz y 72 en Cáceres, cogerán un avión hacia los campamentos de refugiados donde viven sus familias en Tinduf, Argelia.
«Este es el peor momento, el de la despedida», dice Felipe Cebaños, padre adoptivo de Saleh, un niño de 12 años. Él fue el primer crío que acogieron y ya es el tercer año que pasa el verano con su familia de acogida, por lo que se ha convertido en un miembro más. «Es el presidente de la casa», cuenta divertida una de sus las hijas naturales de Felipe, en referencia a la serie de televisión ‘La que se avecina’, que Saleh adora. Esas risas se convierten en llanto cuando llega la hora de decirle adiós.
Ese cambio de ánimo se repite en todas las familias acogedoras, cuando la pena por la despedida y la satisfacción por el tiempo vivido juntos se entremezclan.
«Es que esto es como una ‘droguina’», cuenta Manuela Cebrinos, esposa de Felipe. De hecho, durante el resto del año también mantienen contacto telefónico con Saleh.  Manuela califica la experiencia como maravillosa, palabra que se repite en boca de todas las familias acogedoras.
«Es una vivencia preciosa, conocemos su mundo. Ellos aprenden de ti, pero tú aprendes mucho más de ellos», explica Antonia Vizcaíno. Ella es una veterana en el programa, pues lleva 12 años acogiendo niños saharauis, un total de cinco a lo largo de este periodo. El verano lo ha pasado con Safía, una niña de 12 años. Ya había acogido a su hermana mayor durante tres años.
Y es que los saharauis mayores van dejando paso a los más pequeños. A partir de los 14 años dejan de volver, una situación dura para niños y familias, pero que se compensa por la experiencia conjunta.
«Es como si fuera mi hija», cuenta Matilde Huerta, quien afirma que la experiencia es todo un aprendizaje. Es el segundo verano que acoge a Mariam, una niña de 7 años, la misma edad que tiene una de sus hijas, la otra es menor. «Las niñas reciben muchos valores, el compartir. Mis hijas la quieren mucho», narra.
En su localidad, Puebla de la Calzada, hay seis familias más que acogen a saharauis. Lo cierto es que esta es la causa más común de que las familias quieran probar, el ver a otras que ya lo hacen. Es el caso de José Ramón Angulo, quien se animó al ver la buena experiencia de su tío. Lleva ya cuatro veranos con Malau, de 11 años. Es el tercer niño que atiende. «Empezaron a venir al pueblo, mi tío acogió a uno y ya nos decidimos nosotros», cuenta.
Como en el resto de los casos, Malau es uno más. «Vamos a la piscina y nos juntamos toda la familia. Este año hemos ido a la playa también, él no conocía el mar», dice Angulo.
Con estos testimonios, el balance del programa, que además sirve para poner en valor la causa saharaui, no puede ser más positivo para Pedro Martín, representante de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui. Sin embargo, a pesar de la buena acogida, la crisis también ha hecho mella y este verano han venido 32 niños menos. Las familias tienen que pagar el viaje, el alojamiento y los gastos médicos del acogido, si los necesitara, pero como afirma Martín: «Lo que se recibe de los niños no tiene precio».
Los interesados en acoger niños deben ponerse en contacto con la Asociación, que le remitirá al coordinador de su zona para hacer una entrevista. No se requiere nada especial. «Con ser una familia normal basta», confirma Martín.
«Ellos aprenden de ti, pero tú aprendes mucho más de ellos»
«Lo malo es la despedida, pero aún así vale  la pena»
«Es todo un aprendizaje para nosotros y para mis hijas»
«Este año lo hemos llevado a la playa porque no conocía el mar»
Fuente: hoy.es
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