El país de los hombres solteros

Las autoridades chinas saben que se enfrentan a un grave problema y ya están estudiando posibles soluciones. Tras décadas de repudiar el nacimiento de niñas -fundamentalmente en las zonas rurales- Pekín contempla el nacimiento de un nuevo colectivo: el de los solteros. Son ya más de veinte millones los chinos que nunca encontrarán pareja, una cifra que crece a un ritmo de millón y medio al año.

La natalidad ha preocupado a los dirigentes chinos desde la Revolución Cultural y para ello han puesto en marcha un sinfín de medidas, todas ellas basadas en que -como la mujer es quien tiene los hijos-, cuantas menos mujeres, menos hijos. Una fórmula sencilla que, como todas, tiene sus pros y sus contras. Hasta ahora, los dirigentes comunistas han alardeado de sus resultados. Pero el envejecimiento de una sociedad sin mujeres está provocando un amplio debate en la cúpula gobernante de Pekín.

En China nacen 119 niños por cada 100 niñas, cerca de 900.000 menos de lo que sería natural. Los motivos son múltiples, desde el aborto selectivo, hasta la venta, pasando por el abandono, la donación e incluso, aunque escaso, el infanticidio. Además, se ha constatado que las niñas enfermas tienen menores cuidados médicos. Sea como fuere, con la actual falta de mujeres en China, cuando nace una niña, a los padres se les abre ahora una nueva vía: el trafico de novias. Ante la escasez, siempre hay alguien dispuesto a pagar para poder casarse, sobre todo, en una china rural que está volviendo a situaciones prerevolucionarias a pasos agigantados.

Donde la Revolución Cultural impuso el comunismo en todos los ámbitos de la vida, ahora se abren paso las costumbres ancestrales, las que imperaban en la China feudal. Pekín suprimió las comunas y además prohibe la migración interna para evitar el colapso de las grandes ciudades con lo que el mundo rural ha acudido a las antiguas costumbres para regularse. La China tradicional no reconoce a las hijas como familia sino como parientes, porque acabarán fuera tras casarse y no podrán cuidar de sus padres, en cambio, los hijos tienen la obligación de mantener a sus padres cuando sean mayores. Los niños trabajan el campo, son muy productivos, las niñas no.

una niña, una tragedia Si a esto se le une la política del hijo único, el nacimiento de una hija es considerada como una verdadera tragedia. Por eso muchas son dadas en adopción a familiares, otras abandonadas en orfanatos -el 90% de los niños recogidos en los orfanatos chinos son niñas- y otras permanecen ocultas a la espera de poder ser vendidas como esposas -en China se calcula que existen cerca de tres millones de bebés ocultos-. Además, la política de hijo único está envejeciendo la población a un ritmo acelerado, unido a que los matrimonios son más tardíos. De un 5% de chinos mayores de 65 años se ha pasado al 7,5% en tres décadas.

Este panorama describe a hombres mayores, sin prestaciones y que dependen de un número cada vez menor de hijos. A modo de ejemplo, en la provincia de Guangdong hay unos cien millones de personas que superan los 65 años. De ahí que las autoridades chinas se estén planteando en la actualidad flexibilizar la política de hijo único.

A nivel oficial, el régimen sigue alabando las excelencias de su política, se vanagloria de que gracias a sus medidas han logrado que la tasa de fertilidad haya disminuido de los 5,8 hijos a 1,8. Además aseguran que debido a ello el PIB per cápita supera los 2.500 dólares, de lo contrario se hubiera situado en torno a los 1.800 dólares. Ese mayor nivel económico ha provocado un incremento de la esperanza de vida de los 68 a los 73 años y además ha logrado que los niños mayores de 15 años reciban educación durante 8,5 años, en comparación a los 4,5 de hace tres décadas. Incluso llegan a argumentar que son medidas «ecológicas» porque al tener que alimentar a menos población han ahorrado un 20 % en tierras de cultivo, cereales, bosques, agua y energía. Por último, según señalan desde la Comisión Nacional de Población y Planificación, se ha pasado de los 250 millones de personas por debajo del umbral de la pobreza a tan solo 40 millones.

Esas cifras se basan en la hipótesis de que, debido a las políticas de control de la población, China habría evitado el nacimiento de 400 millones de niños.

No obstante, no a todos los habitantes del Estado chino les afecta por igual la política del hijo único, se puede quebrantar la ley pagando una multa, cuantiosa para un campesino, pero asequible para los ricos, que han surgido tras la apertura a prácticas capitalistas en el país, y para los funcionarios del Partido Comunista. Además quedan fuera de la aplicación de esta normativa las minorías étnicas -hay unas 55- como mongoles, tibetanos y uigures. Un número poco significativo ya que entre todos solo llegan al 5 % de la población total.

También están fuera de la aplicación de la norma las parejas en las que ni el marido ni la mujer tienen hermanos, así como las mujeres campesinas que no tienen hermanos varones. E incluso a quienes su primer hijo ha nacido con algún problema físico o mental, también se les permite tener un segundo. En torno a las excepciones también ha crecido la burocracia y los sobornos. Y es que en China, no solo se trafica con las esposas, sino también con los niños.

Estas excepciones no han logrado corregir los graves desequilibrios que presenta la población china actual, por eso la modificación de las políticas de control de la natalidad está ya en marcha. La factura que los chinos comienzan a pagar por sus salvajes métodos de control de la población, es cada día más alta y cada año que pasa la sociedad refleja más el diseño realizado hace más de treinta años. En aquellos años comenzaban a nacer los niños condenados a morir solteros.

Fuente: Deia

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