La adopción: la reinauguración de un niño

diferente

Así aquel pequeño tiene que aprenderse un nuevo nombre que agregar al inicial, debe formar parte de una nueva familia hasta ahora desconocida, debe dejar la que le pertenecía y con ello, dejar parte de sus costumbres, normas, reglas, modos de expresar y de representar la realidad; ya que a partir de ese momento, su realidad ha cambiado.

Inaugurar remite al ingreso a la cultura y con ella, a la educación. Así, cuando un niño nace es invitado a participar del grupo social al que pertenece de antemano, respetando su lengua, sus costumbres y todo aquello que supone debe poseer quien desee ser integrante de dicha cultura.
En este sentido, se propone reflexionar respecto del proceso de adopción y sus consecuencias en la vida de un niño. Y nos referimos a aquellos pequeños que han transitado algunos años por su grupo social y cultural, aprehendiendo sus usos, normas, costumbres y modos de comunicar; y que luego de un tiempo son adoptados por familias pertenecientes a otros contextos.
Aquellos niños y niñas provenientes de contextos signados por la precariedad, la pobreza y la marginalidad que son adoptados por familias pertenecientes a otros grupos sociales, transitan un proceso de reinauguración, en tanto se les propone, sin demasiadas preguntas, el ingreso a una nueva cultura, a un nuevo contexto social y grupo de pertenencia. Así, el modo de hablar, las expresiones, las exigencias, las normas, las creencias, las costumbres, las actividades y obligaciones propias de una nueva cultura constituyen todo un aprendizaje al que son invitados en pos de ingresar a un “nuevo mundo simbólico”.
Por otro lado, estos niños reciben un nuevo apellido que acompaña a su nombre. Por lo cual, esta reinauguración de la que estamos hablando, se hace más significativa; en tanto estos pequeños llegan a una nueva familia, a una cultura distinta, a un grupo social desconocido portando un nuevo nombre al lado del propio. A partir de entonces, serán nombrados de otra manera, teniendo que poder reconocerse en ese nuevo apellido que los acompañará para el resto de sus vidas. Resulta compleja esta tarea de representación respecto de uno mismo como un sujeto diferente, en la medida en que desde la perspectiva desde la cual sea mirado, se observan significativas diferencias.
Así aquel pequeño tiene que aprenderse un nuevo nombre que agregar al inicial, debe formar parte de una nueva familia hasta ahora desconocida, debe dejar la que le pertenecía y con ello, dejar parte de sus costumbres, normas, reglas, modos de expresar y de representar la realidad; ya que a partir de ese momento, su realidad ha cambiado. Pero para poder aprehenderla, es necesario que modifique sus matrices de simbolización, ya que no basta con que lo circundante se modifique, para ello, deberá transitar por un proceso de re- construcción mental interna que apele a entender su pasado y le permita encontrarse con este nuevo presente que lo invita a ser casi un “nuevo niño o niña”, que “estrena” nuevos nombres, nuevos familiares y así una nueva historia comienza a fundarse… Sin dudas, ésta no parece ser una tarea sencilla por lo cual, es preciso que seamos respetuosos de los tiempos que a cada niño o niña le lleve poder aprehender esta nueva realidad para que su devenir histórico social siga su curso y así esta reinauguración acontezca y con ella, el sujeto que en ella se erige como protagonista y actor principal.
Asimismo, muchos de estos niños y niñas son retirados de sus familias biológicas como una estrategia de protección, en tanto han sido víctimas del abuso, el cual puede ser efectivizado a través de múltiples y diversas maneras: abandono y trato negligente, maltrato físico, violencia psicológica y/ o abuso sexual infantil; lo cual implica un alivio para esos sujetos que pueden encontrar una nueva familia capaz de ofrecerles el cuidado, el respeto y el amor que necesitan y merecen. Y es este complejo proceso de aprendizaje por el cual transitan estos sujetos al que debemos atender ética y respetuosamente.
Sin embargo, es frecuente encontrarse con estos niños en una consulta fonoaudiológica. Sus padres adoptivos abrumados por los miedos, la angustia y la ansiedad intentan descubrir qué les sucede a sus hijos: ¿por qué no hablan, por qué no hablan bien, por qué no juegan, por qué no dibujan, podrán aprender a leer y escribir alguna vez? Éstas son apenas algunas de las inquietudes que movilizan a estos papás a realizar una consulta temiendo que la respuesta sea algún diagnóstico con nombres extraños que termine de signar a sus hijos y de confirmar lo que sus temores suponían de antemano.
En realidad, en la mayoría de los casos, estos pequeños no presentan ninguna patología de especificidad lingüística pero las diferencias ocasionadas por el ingreso a una nueva cultura y a un nuevo grupo social suscitan algunas dificultades en el devenir de estos niños y niñas. Si ellos hubiesen permanecido en sus contextos originarios, seguramente nadie hubiese advertido una supuesta falta o carencia pero esta reinauguración supone ciertas diferencias respecto de lo que se espera de un niño.
En este sentido, se intenta mostrar que estos niños y niñas cuentan con recursos simbólicos, sólo que en muchas ocasiones, no han tenido espacios de interacción que les hayan permitido desplegarlos. Esto significa que no tienen una patología lingüística ni un retardo mental, como muchos suponen y afirman; sino que padecen un “empobrecimiento simbólico” que se vuelve más evidente, en la medida en que un nuevo grupo social y cultural los invita a participar según sus propias normas, pautas y exigencias.
Fernanda Felice Laboret
Fuente: Espacio Logopédico
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