Los abrazos rotos

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Rossina no sabe su fecha de cumpleaños ni cuántos años tiene. Estima que 52. Vivió como Ana María Ojeda hasta los 15. Así la había bautizado el matrimonio que se hizo cargo de ella, tenían 60 años y eran del Ejército de Salvación. Un día se fue a sacar la cédula de identidad y le dijeron que no se llamaba Ana María Ojeda sino Rossina Uría. Tuvo que volver a cursar sus estudios porque no le validaron los anteriores. Cuando fue a votar por primera vez se enteró que tal vez ese tampoco era su nombre. La citaron porque aparentemente había votado doble. En la citación había otra muchacha. También se llamaba Rossina Uría. «La otra Rossina»,la llama.

Ambas estaban registradas en la Oficina de Identificación Civil con el mismo acta de nacimiento: misma fecha, misma hora, mismos padres, mismos nombres. ¿Quién era la verdadera? A Rossina la convencieron de que no era ella, porque la otra muchacha vivía con la madre que figuraba en la partida. Y renunció a su identidad.

¿Pero quién era ella? Ni la madre que allí figuraba ni «la otra Rossina» quisieron hacerse un ADN. Luego de 14 años teniendo que solicitar una orden judicial para gestionar una cédula temporal cada año, Rossina le pidió al juez una inscripción tardía y se anotó ella misma. Para diferenciarse el juez estableció que agregara el término «de» entre su primer y segundo apellido, que en lugar de cumplir años el 22 de mayo lo hiciera el 23 y que sus padres fueran anotados como desconocidos. Recién con más de 40 años Rossina tuvo una identidad estable. Pero aún desconoce sus orígenes.

Desde la ley 18.590 de 2009, que modificó el proceso de adopciones y le dio el monopolio al Inau en el tema, se le asegura a todo adoptado que al cumplir 15 años tiene derecho a acceder a su expediente y conocer la información sobre sus orígenes. El Inau debe, para eso, mantener un registro en el que figuren datos identificatorios sobre el niño, sobre los progenitores e integrantes de la familia de origen conocidos, sobre la familia adoptante y el juzgado en el que se realizó el trámite.

Antes no era así. La adopción era un tabú y la información no se protegía, se destruía. Cuando las adopciones eran legales, los expedientes, muchas veces, se ocultaban o se hacían desaparecer. Y cuando eran ilegales, en las partidas de nacimiento se anotaban directamente los padres adoptivos y, sin la voluntad de alguien que ofreciera alguna información, era imposible rastrear a los biológicos.

Esos niños adoptados entonces, hoy son adultos. Y muchos reclaman su derecho a conocer de dónde vienen.

Beatriz Scarone, directora del Departamento de Adopciones del Inau, explica que en la institución tienen entre 70 y 80 casos anuales de búsqueda de los orígenes. Desde un área creada para eso se intenta dar respuesta a todos. «Hay un montón de personas que se acercan a buscar sus orígenes y no los podemos encontrar, porque no hay datos», aclara Scarone.

Dos movimientos se han gestado en la sociedad civil para contrarrestar la falta de respuesta: la Red de Origen e Identidad que pretende generar legitimidad social e institucional a la búsqueda de los orígenes y una agrupación que a través de Facebook difunde los casos.

Cuando Rossina inició su búsqueda estaba sola. Se tuvo que enfrentar al llanto de sus padres, a un proceso judicial de más de 10 años, a cambiar de nombre tres veces, a mostrar sus fotos en un programa de televisión para ver si alguien sabía algo de sus orígenes y a repetir una y otra vez su historia en diferentes organismos del Estado. Y tuvo que pagar abogados, timbres y una terapia que continúa hasta hoy. Las palabras que sintetizan su búsqueda son desolación y resignación. Pero ha sabido salir adelante, explica; antes vivía la fecha que se fijó para su cumpleaños con lágrimas y tristeza, hoy lo festeja, por sus hijos. Y aunque su búsqueda continúa, lo hace en el marco de una red de personas interesadas en el tema.

La Red de Origen e Identidad se viene formando desde 2012 a iniciativa de Macarena Gelman, Diana González y Sara Méndez, que en su lucha por dar respuesta a familiares de desaparecidos durante la dictadura fueron contactadas por muchas personas que buscaban sus orígenes aunque, por su edad, no estuvieran relacionados con el período dictatorial. Así comenzó a formarse un grupo de profesionales interesados en la causa y personas en busca de sus raíces. Como Rossina Uría, que quiere brindar toda la experiencia que ella formó en su búsqueda para ayudar a otras personas que la necesiten y Carolina de Pena, quien también busca a su familia biológica.

Ivana Leus, psicóloga que integra la red dice que la búsqueda de los orígenes por personas que fueron adoptadas no está legitimada ni en la sociedad ni en el Estado, que debería ser el responsable de brindar la información. Muchos que se acercan a la red lo hacen luego de que murieron sus padres adoptivos, ya que la búsqueda puede ser vista socialmente como una traición a esos padres. «A veces los padre adoptivos les hacen prometer que por favor nunca busquen a sus progenitores, con la fantasía de que justamente es porque no los quieren o porque los van a dejar», dice Leus. «Y no es así, porque el vínculo de crianza se hizo con esa familia, y ellos son sus padres. Pero existe ese otro origen que es necesario conocer para responderse preguntas claves».

Desde la red se advierte que es necesario un cambio a nivel estatal que haga esa búsqueda posible, la creación de una interinstitucionalidad que centralice toda la información para que la persona que la busca pueda llegar a ella sin sufrir «el manoseo», como lo describe Rossina, de tener que estar contando una y otra vez en cada institución su historia. Hay que generar una hoja de ruta, dice la psicóloga, Silvia Avondet, para que «la experiencia de los que vinieron antes pueda servir a los próximos». Cada vez que una persona se acerca a la red buscando asesoramiento, se le realiza una entrevista y se lo guía en los caminos posible: pedir su partida de nacimiento, ir al Inau, ir al hospital, buscar los registros o rastrear personas que puedan saber algo.

Todos esos caminos siguió Carolina de Pena. Pero aún no conoce de dónde viene. «No me gusta que me mientan», contesta cuando se le pregunta sobre la motivación de su búsqueda. Tiene 38 años, vive en Maldonado y es profesora de matemática. Se enteró a los seis que había sido adoptada, pero no inició su búsqueda hasta tiempo después que murieran sus padres. A su caso se suma la complejidad de que nació en dictadura, por lo que está la posibilidad de ser hija de desaparecidos. No cree que sea así, pero igual tramita un examen para comparar su genética con las muestras del banco argentino de ADN de desaparecidos.

Lo primero fue llevar su partida de nacimiento al Inau. Allí constataron que no había sido adoptada legalmente, sino que había sido inscripta como hija legítima de sus padres adoptivos. Por eso el Inau no tenía nada sobre su familia biológica.

De las cuatro personas de la partida, dos testigos y sus padres, sólo uno está vivo: un testigo. Le dijo que había firmado «por buena voluntad», y que el otro testigo había sido la partera. A través del programa de búsqueda de los orígenes del Inau, De Pena averiguó que la dirección que figura en el acta es la casa donde efectivamente nació. Allí trabajaban varias parteras que, según supo, también practicaban abortos.

De Pena insiste en que pudo encarar la búsqueda gracias al apoyo de su esposo y sus dos hijos. «Mis tres luceros que vinieron a iluminar la pena», enfatiza emocionada jugando con el apellido de su esposo (Lucero) y el suyo propio (De Pena). «Es horrible la cantidad de trabas que hay, por eso la búsqueda hay que hacerla en un momento en que uno está fuerte y que tiene cierto respaldo, porque se te cierran las puertas continuamente». Los archivos están desorganizados, explica, y debería haber más comunicación entre las distintas dependencias del Estado, «que haya un lugar donde vos puedas ir a buscar la información, porque actualmente es ir recorriendo e ir buscando puntas». Pero además de un cambio a nivel de procedimientos, coincide con Ivana Leus en que es necesario un cambio a nivel cultural. «La sociedad no te habilita a veces para hacer las preguntas, hay mucha gente que te dice no preguntes, no averigües. Te dicen que tus padres son los que te criaron, que los otros no son tus padres, porque te abandonaron. Y vos no podés afirmar que esa madre te abandonó porque no te quería, no sabés las circunstancias. No hay contención a las personas que buscan, un lugar donde te sientas apoyado».

Ante esas flaquezas estatales actúa la Red de Origen e Identidad, que tendrá su «presentación en sociedad», como la definieron las psicólogas que la componen, el 4 de setiembre con una actividad en el anexo del Palacio Legislativo en el que disertarán especialistas de Argentina sobre el tema.

A un clic.

«Si tuviste una bebé a fines de octubre de 1962, eras muy jovencita de alguna chacra o estancia a las afueras de la ciudad, tal vez de Porvenir o Queguay. Si sabés que la familia adoptiva vivía en la calle Colón 1571 de Paysandú. Si la diste en adopción, no importa la causa. Podrías se mi mamá y te estoy buscando», reza una imagen que circula por Facebook. En letras blancas sobre un fondo rojo, el título exclama «búsqueda biológica» en mayúscula, y sobre verde aclara: «busca padres biológicos». En el medio, una foto muestra sonriente a María Liliana Collazzo.

Es una de las aproximadamente 200 «placas» que a través del grupo Adoptados Uruguay se comparten en Facebook. Lo integran casi cinco mil personas y ya tienen 53 búsquedas resueltas.

El grupo fue creado el 10 de mayo de 2012 por Raquel Rojo (ver recuadro), quien para aprovechar la rápida difusión de las redes sociales para la búsqueda de su familia de origen creó una placa con todos los datos que sabía. Pronto conoció a otras personas en su misma situación y las unió a través del grupo Adoptados Uruguay DIB, Derecho a la Identidad Biológica.

Las cinco administradoras crean las placas con la información y las difunden. Cuando alguien tienen datos se los comunica por Facebook o a los teléfonos que figuran en las imágenes. Si la información es suficiente para comunicarse con la persona buscada, la llaman y le explican la situación. Si accede a conocer a la persona que la busca, se le envían los datos de contacto.

En el álbum en el que agrupan todas las placas hay 238 imágenes. Muchas son de hijos adoptados que buscan a su familia biológica, pero también hay de madres que dieron a sus hijos en adopción o fueron obligadas a hacerlo y ahora los buscan. También hay personas que buscan hermanos de los que fueron separados.

«Si naciste el 6 de noviembre de 1963 en Paysandú, en la casa de la partera Morantes (Monte Caseros entre 25 de mayo y Colón), si sabés o no que eres adoptada y que nuestra madre tenía 16 años cuando te tuvo. Hace poco que nos enteramos de tu existencia hermana, somos 10 tus hermanos (Juan, Carlos, José, Oscar, Fernando, María, Estela, Claudia, Silvia, Susana) y te estamos buscando, deseamos encontrarte», se lee en una placa desde la que ríen 10 personas.

Muchos de los casos tienen como común denominador el haber nacido en la casa de una partera que conocía familias que querían un niño y no podían tenerlo y se los daba enseguida después de nacido. A veces con el consentimiento de la madre y a veces no. A veces creyendo que hacía lo mejor para el niño y otras por dinero.

Cuando el caso es resuelto las administradoras cubren la placa con un cartel de encontrado y, a su lado, la cantidad de veces que la imagen fue compartida. Entre las historias que Sandra Gazzaneo recuerda con mayor entusiasmo está la de Cristian, quien había sido adoptado y desde España, donde estaba por una beca, buscaba a sus padres biológicos. «Le hicimos la placa y cuando habían pasado 60 minutos y llevaba aproximadamente 30 veces compartida me empiezan a llegar mensajes de personas que conocían a la señora». Finalmente Cristian volvió de España y se contactó con su madre biológica, con la que incluso había compartido sin saberlo el mismo turno en la UTU mientras estudiaban cocina.

Historias con final feliz hay varias, destaca Sandra. Pero más hay sin final, donde los datos no son suficientes para llegar a la verdad. Donde la incertidumbre cercena la posibilidad de cerrar un ciclo, construir una historia, definir la identidad. «Busco a mi familia, tengo derecho a saber mi identidad biológica», expresa Magela Terra en su placa, quien busca a sus padres biológicos y a la hermana melliza de la que se enteró por testimonios, «no juzgo, sólo quiero saber la verdad, sólo quiero ser libre».

EL HIJO ADOPTADO

Saberlo rápido

La información entre los padres adoptantes y los hijos sobre cómo se conformó la familia es algo que tiene que empezar a circular desde el principio, dice Graciela Montano, psicóloga especialista en adopciones. «El problema es que muchas veces para los padres es conflictivo hablar de eso, entonces te dicen que ya le informaron al niño sobre cómo llegó a la familia y tal vez se lo dijeron una vez y nunca más se habló. Y ahí es cuando el chico siente que no están dispuestos a que se hable y se inhibe, porque quiere saber pero no encuentra con quién hablarlo».

Para integrar naturalmente tanto el nacimiento biológico como la filiación adoptiva en la vida de la familia, muchos padres no sólo festejan el cumpleaños del niño sino también el día en que llegó a ellos. Si en el hogar se habla naturalmente de su adopción, explica Montano, esos padres «estarían posibilitando la construcción de una historia que integre su origen biológico con su filiación adoptiva».

Sin embargo, muchas veces puede estar el niño muy bien integrado a nivel familiar y ser estigmatizado a nivel social. Montano explica que sucede que cualquier problema que presente el niño, por ejemplo, en el ámbito educativo, suele justificarse por haber sido adoptado, cuando no es la adopción la que crea problemas sino la falta de comunicación con los padres o los miedos de estos a ponerle límites adecuadamente.

Testimonios

«Es horrible la cantidad de trabas que hay, por eso la búsqueda hay que hacerla en un momento en que uno está fuerte y que tiene cierto respaldo, porque se te cierran las puertas continuamente».

Claudia María Pena

A los dos meses de haber emprendido una gran aventura en busca de mi sueño, encontré mis orígenes. A mis 33 años tuve que volver a construirme. De golpe todas mis preguntas obtuvieron respuestas»

Raquel Rojo

Las cifras

15 tiene que tener un adoptado para poder conocer su origen y el nombre de sus padres biológicos.

80 solicitudes de buscar orígenes atiende al año, el departamento de adopciones del Inau.

Fuente: El País Uruguay  http://www.elpais.com.uy

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