Somos raros en Colombia

Mapa de Colombia en America del Sur

Somos tan raros en este país, que ahora se están poniendo trabas a la adopción de los niños. Dizque el bienestar del niño y el adolescente está por encima de todo, según la Constitución colombiana y la Convención de los Derechos del Niño de La Haya; pero si se mira detenidamente, el «bienestar del niño» no «está por encima de todo».

¿Sabían que desde 2011, con fundamento en la Sentencia T-844, de la Corte Constitucional, el ICBF interpretó que antes de entregar un niño a una familia adoptante se debe hacer un esfuerzo para localizar a algún pariente, hasta sexto grado de consanguinidad del niño (que viva en cualquier parte del mundo) y preguntarle si estaría dispuesto a adoptar al menor?


El sexto grado de consanguinidad es un tema de bastante discusión legal, y varias interpretaciones sostienen que llega hasta los bisnietos procedentes de un tronco común.

Ya no basta solo con el consentimiento de la madre biológica; o que el ICBF declare la adoptabilidad; se tienen que buscar esos familiares así vivan en la Patagonia. Y mientras los encuentran (con la celeridad que caracteriza a este país para las cosas importantes) el niño crece en un centro de adopción. ¿Se imaginan la búsqueda de todos esos parientes de 3.000 niños que hay en promedio por año, para adopción, en el país?

Y como este país es tan raro, a eso hay que sumarle los imprecisos informes televisivos del año pasado, cuando por dizque investigar a profundidad el negocio alrededor del tema, lo que produjo la generalización fue un daño terrible a muchos niños que se quedaron sin la posibilidad de adopción. Sobre eso no se ha hecho un informe periodístico serio, para demostrar los daños colaterales cuando la prensa mete la pata.

Las normas, leyes, sentencias, tienen que beneficiar a los seres humanos, no hacerles la vida más difícil. Y en este caso se trata de la vida de menores de edad, a quienes los procesos burocráticos les están enredando las posibilidades de vivir bajo el amparo de personas mayores que quieren tenerlos, no por caridad, sino como a sus propios hijos.

Y mientras las funciones administrativas son miradas con lupa y la Corte Constitucional y el ICBF les pusieron más trabas a la adopción, los niños se pierden meses y años de posibilidades que nunca podrán recuperar: la oportunidad de crecer durante los 7 primeros y más definitivos años de su vida en el amor que dan los padres adoptantes. Y con el gravísimo riesgo de que a más edad, menos posibilidad tendrán de ser adoptados

Por ANA CRISTINA ARISTIZÁBAL URIBE

Fuente: http://www.elcolombiano.com

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